Luego de algún tiempo volvemos a presentar un documento en este espacio de difusión. Pierdan cuidado compañeros y hermanos de clase, nuestra militancia sigue bombeando nuestro corazón y puños, aunque en estas últimas semanas se nos ha hecho muy difícil subir algún texto a este blog. En todo caso aquí publicamos un texto crítico al llamamiento que hicimos hace poco al conjunto de revolucionarios a nivel mundial, lo pueden encontrar en este mismo blog, aquí le dejamos el enlace en todo caso http://esclarecimientocomunista.blogspot.com/2011/05/proletarios-de-todos-los-paises.html Ahora bien, el documento que publicamos a continuación ha sido redactado por un Núcleo de Proletarios que residen en el Ecuador (Proletarios Salvajes), son compañeros con los que hemos mantenido (y seguimos manteniendo) debates, comunicación, interncambio de información y demás acciones necesarias en esta guerra contra el capital y su Estado burgués. Estamos muy entusiasmados por el aporte que los compañeros hacen a los “principios políticos” que hemos redactado. Estos compañeros son prueba fehaciente de la maduración que nuestra clase va teniendo. En realidad no hay mucho más que podamos decir, sólo que tanto ellos como nosotros somos parte del movimiento real que lucha por abolir el orden burgués establecido y esto no sólo es un querer nuestro sino una necesidad, material, histórica y posible. Una misma lucha, un mismo combate contra la bestia capitalista. Aquí el documento de los compas:
GEC - 7 de julio. 2011
GEC - 7 de julio. 2011
P.D. Lo que está en negrito es nuestro.
***
COMENTARIOS CRÍTICOS
A “PRINCIPIOS POLITICOS REVOLUCIONARIOS DEL PROLETARIADO” DEL GEC
(NdR: Para facilitar su lectura y evitar confusiones, el texto del GEC lo pondremos a continuación en letra color negro, cursiva y negrita, mientras que nuestros comentarios críticos irán en letra color rojoscuro, sin cursiva y sin negrita).
En primer lugar, estamos de acuerdo en que las minorías revolucionarias deben superar el espíritu de secta y adoptar el espíritu de clase; que deben trabajar con solidaridad y unidad de clase; y, que esto tiene por base material las necesidades concretas del movimiento de lucha emergente de nuestra clase, pero también una plataforma común de principios o la afinidad programática. En pocas palabras, estamos de acuerdo en que la centralización es una necesidad de la lucha proletaria y en que no existe unidad revolucionaria sin principios revolucionarios.
En primer lugar, estamos de acuerdo en que las minorías revolucionarias deben superar el espíritu de secta y adoptar el espíritu de clase; que deben trabajar con solidaridad y unidad de clase; y, que esto tiene por base material las necesidades concretas del movimiento de lucha emergente de nuestra clase, pero también una plataforma común de principios o la afinidad programática. En pocas palabras, estamos de acuerdo en que la centralización es una necesidad de la lucha proletaria y en que no existe unidad revolucionaria sin principios revolucionarios.
Ahora bien, nuestra crítica compañera y revolucionaria a su “borrador” empieza por el principio, por el nombre mismo que le han puesto. Como se podrá constatar luego, no se trata de criticar solo una palabra (en este caso, “políticos”), sino un concepto, esto es la concepción o significación (de clase) que existe detrás de tal palabra, lo cual no solo es algo teórico sino histórico-práctico.
Los principios revolucionarios del proletariado no son abstractos ni son políticos. No son abstractos porque no son objetos ideales o creaciones puramente intelectuales de un individuo o un grupo de “iluminados”. Son, por el contrario, expresiones o síntesis teóricas de las determinaciones prácticas del antagonismo histórico y mundial entre proletariado y burguesía, entre revolución y contrarrevolución, entre comunismo y capitalismo. Es la lucha histórica y mundial de nuestra clase, sobre todo en las grandes oleadas revolucionarias internacionales donde ha actuado como fuerza histórica revolucionaria o como Partido, la que ha producido el programa comunista, no viceversa. Pero, a la vez, la actividad teórica de los proletarios-comunistas, cuyo eje es la restauración programática y el balance histórico de las luchas proletarias, es parte sustancial de la praxis revolucionaria, puesto que de esa manera se extrae lecciones de las derrotas históricas de nuestra clase para convertirlas en acción -o intervención- revolucionaria en las luchas del presente y del futuro. El programa comunista es un arma teórico-práctica para nuestra clase proletaria, pues sin proyecto revolucionario no hay revolución.
Y no son políticos (ojo) porque la política es la esfera separada y alienada del poder en la sociedad capitalista. De hecho, el capitalismo se basa en la alienación, separación, explotación y dominación de la praxis humana unitaria o total. Es decir, este sistema consuma la fragmentación de la sociedad en “esferas”, y de los humanos en “roles”, mediante la institución de la división del trabajo, de la “especialización” (y los “especialistas”). Así, mientras la economía es la esfera separada y alienada de la producción material de las condiciones de vida (y la que domina o “sobredetermina” a las demás, lo que se conoce como alienación economicista), la política es la esfera separada y alienada de la decisión sobre la vida, del poder.
En el capitalismo, ésta última se cristaliza y adquiere su máxima expresión en el Estado (en tanto capitalista colectivo y monopolio de la violencia y la decisión, es decir en tanto que Mafia), pero también en partidos y sindicatos tanto de derecha como de izquierda. Se condensa, pues, en mediadores o intermediarios de las necesidades y de las luchas, porque de esta manera bloquea la autonomía proletaria (médula de la revolución social proletaria) y, en última instancia, porque así mantiene la explotación/dominación capitalistas.
En este punto no está de más señalar que a la subideología que cree y pretende hacer la revolución desde la política o mediante la política, y por ende mediante los partidos y el Estado, se le conoce como politicismo, y es una derivación ideológica de la socialdemocracia, puesto que no pretende –ni comprende- la abolición total, radical e histórica del capitalismo, sino la modificación de éste mediante la política, por lo tanto, mediante el Estado y, lo que es peor, mediante la administración del Estado.
De allí que el comunismo no es un movimiento político ni a-político. Es un movimiento social anti-político, de crítica y abolición/superación de la política en tanto esfera separada y alienada del poder de y sobre la vida (así como también es antieconómico, en tanto realiza la crítica y la abolición de la economía como esfera separada y alienada/alienante).
De allí también que el movimiento comunista no pretenda crear mediante la “política revolucionaria” una “economía comunista”, un “plan económico social” o un “régimen económico comunal” ni nada que se le parezca (grave error que se puede observar en el programa de la cci y de otras minorías), sino criticar y abolir la economía y la política, el trabajo y el Estado, el sindicato y el partido, y toda forma de alienación, separación, explotación y opresión en general.
De donde se desprende además que el proletariado constituido en “Partido histórico” (Marx) y revolucionario no es un partido político, así como no es política –sino social- su dictadura revolucionaria.
En el fondo, esto es así porque el comunismo es la reconciliación de la humanidad consigo misma (y con la naturaleza o el cosmos) aboliendo las clases y los fetiches; es la reunificación y desalienación de todas y cada una de las actividades humanas, de la totalidad de las relaciones, de la praxis y del hombre. La revolución comunista se hace para reapropiarnos y disfrutar de nuestra vida, de sus condiciones, sus actividades y sus frutos, en toda su multidimensionalidad o totalidad… Para que la humanidad vuelva a ser humanidad.
(Es por ello que no se puede pensar y actuar en pos del comunismo bajo los mismos parámetros del capitalismo –economía, política, ideología, o trabajo, Estado, etc.-. El comunismo no es un capitalismo mejor administrado o sin los peores males del capitalismo (¡bazofia socialdemócrata contrarrevolucionaria!). Tampoco es “un nuevo modo de producción” con un “nuevo Estado” (¡otra bazofia socialdemócrata!). El comunismo es la negación, irrupción, ruptura, abolición y superación del capitalismo. El comunismo no solo es una forma histórico-social superior al capitalismo, sino una forma de Ser (de humanidad) profunda, radicalmente distinta y opuesta. Es otro Ser y, por tanto, otro paradigma; un saber otro y antagonista. Existe y se mueve bajo otras lógicas, en este caso, es práctica y teóricamente antieconómico y antipolítico, antimercantil y antiestatal; en suma, anticapitalista, antifetichista o antialienación y antiseparación, tanto en la acción como en el pensamiento. Con esto recordamos, de paso, que la categoría revolucionaria central es la totalidad, así como el antagonismo).
Por otro lado, y como ya hubo de aclararlo Marx (aunque también Bakunin), la revolución proletaria no es una revolución política o parcial, sino una revolución social o total. La revolución burguesa fue –tenía que ser- política. La revolución proletaria será –tendrá que ser- social.
El principio de la política es la voluntad y el poder del Estado. El principio de lo social es la totalidad social de la vida y el ser (o si prefiere, cómo nos relacionamos para vivir). Por tanto, una revolución política solo redistribuye (democráticamente) el poder pero dejando intactas las condiciones de ese poder que nos despoja de controlar nuestras propias vidas. En contraposición a ello, una revolución social abole tales condiciones en pos de la reapropiación y el control sobre nuestras vidas. La revolución política solo cambia una clase dominante por otra, un gobierno por otro, un Estado por otro. Por el contrario, la revolución social suprime revolucionariamente las clases sociales y el Estado. En fin, una revolución política no es revolución, es reforma, y toda reforma es conservadora de lo esencial: del capitalismo, la sociedad de clases y el Estado, de la contrarrevolución. Una revolución política, entonces, es parcial, reformista y contrarrevolucionaria por esencia. La revolución social, muy por el contrario, es una revolución total, integral y radical o no es (“o cambiamos todo y de raíz o nada cambia”). La revolución proletaria es una revolución social, no política ni económica ni cultural.
Recuérdese además que lo radical atañe a la humanidad misma, es decir que la revolución social transforma a la totalidad de las relaciones humanas y al ser humano mismo; es una revolución de la Vida y del Ser, puesto que la humanidad-proletarizada y sufriente se transmuta, mediante la abolición revolucionaria de sí misma como clase, en “humanidad socializada” (Marx) o en comunidad humana real. El comunismo es el fin de la “prehistoria humana” (o sea, sociedades gobernadas por fetiches) y, en cambio, es la inauguración de la auténtica historia de la humanidad en cuanto humanidad. Insistimos: el comunismo no es solamente la abolición violenta del capitalismo mediante la dictadura revolucionaria del proletariado, sino la transformación histórica y social más profunda, radical, total e integral del Ser… de la Vida (lo que obviamente implica a la vida cotidiana… y esto no sería la “autogestión” sino la revolución comunista de la vida cotidiana).
Por lo expuesto, los principios revolucionarios del proletariado no son –ni pueden ni deben ser- principios “políticos”, sino solamente revolucionarios y, valga remarcarlo, abiertamente anti-políticos. Deberíamos hablar solamente, entonces, de “principios revolucionarios del proletariado”. Y esto -ya debe haber quedado claro- no es un simple problema de palabras o formas, sino un problema de conceptos o contenidos, no solo teóricos sino histórico-prácticos y de clase.
Nos parece importante también señalar el carácter invariante de nuestros principios revolucionarios. Son invariantes porque no varían, porque se mantienen, porque son los mismos en toda época y en todo lugar. Además, en tanto que principios, son innegociables e irrenunciables. Esto no debe confundirse con dogmatismo, en lo absoluto. Lo que sucede es que los fundamentos o determinaciones fundamentales del capitalismo son los mismos en toda época y todo lugar: alienación mercantil o economicista, propiedad privada, trabajo asalariado, mercancía, Estado, clases sociales, mercado mundial, patrias, ideologías, espectáculo, etc. Estructuras todas estas que se particularizan, se modifican y perfeccionan con el pasar del tiempo (históricamente) y dependiendo del espacio (geográficamente), pero que, en el fondo o en esencia, siempre son las mismas en todos lados. La contrarrevolución capitalista es invariante: cueste lo que cueste, y mediante la estrategia que sea, lo único que le importa es defender a capa y espada la dictadura del capital sobre la humanidad y la naturaleza. Por esta misma razón, es que el programa de nuestra clase también y necesariamente es invariante, porque su objetivo es abolir los fundamentos invariantes del capitalismo: abolición de la propiedad privada, del trabajo, de las clases, del Estado, del mercado mundial, de las patrias, de las ideologías (incluida la ciencia), del espectáculo, de toda forma de alienación, explotación y opresión humana.
Este programa o conjunto de principios es un invaluable fruto del acumulado histórico de las luchas proletarias, en especial en aquellos tiempos-espacios donde la guerra de clases se ha vuelto abierta o desnuda, estallando en forma de situación revolucionaria y guerra civil, desnudando a su vez las raíces profundas de los conflictos de clases, y produciendo minorías revolucionarias del propio proletariado capaces de sintetizar o condensar este proceso teóricamente, de difundirlo o agitar en base a él, y de realizarlo –o prefigurarlo- en la misma guerra de clases. De allí que los comunistas no tengamos ningún programa revolucionario que inventar, sino que debemos reapropiarnos, restaurar, revitalizar, criticar, precisar, desarrollar, hacer avanzar el programa histórico e invariante de nuestra clase o, hablando más propiamente, el programa de nuestro “Partido histórico”. Pero no en frías y abstractas discusiones separadas de la realidad, sino al calor de las vivencias, resistencias y conflictos de clase.
En este sentido, el programa invariante también es programa vivo, porque es la expresión viva de una clase que vive y lucha; porque es dinámico y dialéctico, se mueve, se transforma, sin perder jamás lo esencial: su antagonismo, su radicalidad (así como su totalidad e historicidad). El programa histórico de nuestra clase es invariante y vivo a la vez. Lo cual demuestra que invarianza no es lo mismo que dogmatismo. Y, ante todo, demuestra que el programa o los principios comunistas constituyen un arma potencial y real contra la hegemonía del capital. Sin programa estamos desarmados. Con cabeza y mano propias, hay que saber reapropiarse de esta arma, afilarla y empuñarla contra nuestro enemigo para nuestra autoliberación integral. Tomando en cuenta –eso sí- que un paso adelante del movimiento real vale más que una decena de programas (Marx), pues sin acción revolucionaria del proletariado no hay revolución.
- Defendemos la teoría científica de la lucha de clases como motor de la historia.
Aquí identificamos dos problemas: la concepción de la lucha de clases y la supuesta cientificidad de la teoría revolucionaria.
Para empezar, la expresión debería ser al revés: la lucha de clases produjo una teoría de la lucha de clases, no viceversa. Ahora bien, la lucha de clases efectivamente es el motor de la historia… pero de las sociedades clasistas (y fetichistas), cuyo corolario es la sociedad burguesa. El capitalismo es en sí mismo lucha de clases, así como las crisis le son inherentes y “modus operandi” de reestructurarse (o “racionalizarse”). Los teóricos burgueses más realistas y cínicos lo saben y no lo ocultan, lo admiten, usan este conocimiento para los fines de su clase burguesa. Esto se conoce como dialéctica “interna” o “positiva” del capital (o el típico esquema de la dialéctica hegeliana: tesis-antítesis-síntesis). Aún así, en la lucha de clases el capital va produciendo a su personificación, la burguesía, pero también e inevitablemente a su propio sepulturero: el proletariado (recordemos que las clases no son anteriores a la lucha de clases; la lucha de clases produce a las clases. En esta sociedad, nada ni nadie existe fuera de la lucha de clases. Todo y todos están atravesados y determinados por la lucha de clases).
La lucha de clases revolucionaria o del proletariado contra el capital tiene una sola lógica: la autonomía y antagonismo proletarios (que significa luchar por fuera y en contra de todas las estructuras del capital), y un solo objetivo: abolir las clases. Al contrario de la lucha de clases capitalista, la lucha de clases del proletariado revolucionario cuestiona y quiebra la dialéctica interna del capital o aquella lucha de clases siempre absorbida y funcionalizada en los marcos capitalistas (recordemos también que la hegemonía del capital no es unilateral y monolítica, sino precaria y temporal, pues las fisuras o grietas existentes en ella son obra de la “lucha de clases latente”, invisible, inaudible; grietas que, acumuladas y unificadas, pueden devenir “lucha de clases abierta” y tumbar tal hegemonía). La del proletariado revolucionario es una lógica negativa y destructiva, rupturista, abolicionista (lógica destructora de la absurda lógica del capital).
Los proletarios-comunistas, entonces, reivindicamos la lucha de clases solamente bajo esa perspectiva: para reivindicar el contenido de clase de todas las desigualdades, opresiones y conflictos de la sociedad actual (frente a los diversos discursos aclasistas, particularistas, posmodernos); para remarcar que, a pesar de las divisiones y mistificaciones del capitalismo y el reformismo, en esta sociedad solo existen dos y nada más que dos clases sociales: el proletariado y la burguesía; para insistir en que la lucha de clases es una guerra de clases (o una guerra social), es decir que estamos en guerra; para reafirmar a la clase proletaria como único sujeto revolucionario, y a la lucha proletaria autónoma y antagonista –cuyas cumbres son la insurrección y la dictadura proletarias- como única vía revolucionaria; y, sobre todo, para criticar y abolir la sociedad del capital y de clases, empezando por abolir al propio proletariado en tanto que clase. En síntesis, lucha de clases para abolir y superar el capital; lucha de clases para criticar y abolir las clases. Esto sería un clasismo dialéctico y revolucionario.
El otro problema –y grave- que identificamos es la cientificidad implícita que se le da en este punto a la teoría revolucionaria. Con la ciencia pasa lo mismo que con la política; en este caso, la ciencia es la esfera separada y alienada del saber. La ciencia no es neutral, lo sabemos. La determinan intereses de clase, predominantemente los intereses del capital. Bajo las condiciones capitalistas de producción dominantes -y hoy más que ayer dada la última “revolución científico-tecnológica”-, la ciencia ha sido, es y será una fuerza productiva directa del capital (hoy se habla incluso de un “capitalismo cognitivo”, “capitalismo informacional”, etc., categorizaciones que no compartimos pero que ilustran un poco el hecho que queremos ilustrar). Su función es comprender mejor las fuerzas naturales, humanas, tecnológicas, etc., pero para explotar y dominar a la naturaleza y al proletariado; más concretamente, para depredar la naturaleza y reprimir al proletariado. En efecto, una de las formas históricas que tiene el capital de reaccionar a una oleada o ciclo de luchas proletarias que amenaza las bases de su poder es, precisamente, una “revolución (burguesa) de las fuerzas productivas”, de la tecnología y la ciencia aplicadas al “mundo del trabajo”, generando así una nueva división del trabajo y por ende una nueva división de nuestra clase.
Piénsese, además, en el hecho de que la ciencia y la tecnología más avanzadas en el capitalismo se encuentren casi confinadas en el terreno militar. Esto no es en vano. Como sabemos, las guerras capitalistas-imperialistas se hacen no solo para dar una vía de escape a la crisis capitalista, para desplazarse o relocalizarse geo-históricamente y seguir acumulando capital, poder y territorio, para disputar la hegemonía mundial, etc.; sino fundamentalmente para reprimir y aplacar al proletariado en lucha, para frenar brutalmente la amenaza de una insurrección proletaria generalizada. En consecuencia, la ciencia es una sutil pero brutal herramienta de la contrarrevolución (así como de homicidios, etnocidios y ecocidios). Esta misma lógica perversa es la que rige las ingenierías, la genética, la biología, la medicina, la psiquiatría, el derecho, la economía, la sociología, la antropología… las “ciencias exactas” y las ciencias sociales… todas y cada una de las ciencias.
Por otro lado, en un mundo basado en la alienación material, la ciencia no puede ser más que ideología, esto es pensamiento separado y alienado de la praxis o de la vida, falsa conciencia o conciencia ilusoria de la realidad, herramienta de dominación y de más alienación. No en vano la ciencia se convirtió en la nueva religión de la modernidad capitalista, en la religión moderna. Y, como sabemos, el comunismo no es una ideología “revolucionaria”, sino la crítica y la abolición/superación de todas las ideologías y todas las religiones.
También podemos decir que la ciencia es el “régimen de verdad” del “régimen de poder” del capital. La verdad de la ciencia es la verdad del capital, lo que quiere decir la justificación ideológica del sistema de explotación y opresión capitalista (y no solo en economía política, sino también en biología, con el darwinismo a la cabeza…). Pero todo poder genera resistencia y viceversa. Entonces, la resistencia antagonista a la ciencia o, mejor dicho, a la ideología científica del capital, es la praxis revolucionaria (teoría y práctica revolucionarias a la vez) del proletariado.
Por lo expuesto, la teoría revolucionaria del proletariado no solo que es anti-ideológica, sino que también es anti-científica. Una cosa es la “objetividad”, el método, la rigurosidad, la coherencia, la precisión, la veracidad, la terrenalidad o inmanencia en nuestras tesis, conceptos, ideas, posiciones, criterios, etc. Y otra muy diferente y opuesta es creer que esto es ciencia o –remachamos- ideología científica del capital (esas fueron más bien las pretensiones positivistas y cientificistas de la Segunda Internacional, porque al fin y al cabo sus dirigentes no eran más que “filántropos burgueses”). Así como no existe “democracia proletaria” o “democracia comunista” (¡!), así tampoco existe “ciencia obrera” o “ciencia revolucionaria” (aunque de vez en cuando se puede dar cierto uso revolucionario a ciertos aportes de ciertas ciencias). La ciencia es del capital; la teoría-práctica revolucionaria, del proletariado, con la cual precisamente se ha de criticar y abolir la ciencia como tal.
Entonces ciencia no es sinónimo de verdad. La verdad es una cuestión práctica y no teórica. En nuestro caso, la praxis revolucionaria debe ser el máximo criterio de la verdad revolucionaria. De hecho, los “momentos de verdad” (Debord) del y para el proletariado son los momentos históricos internacionales donde la praxis revolucionaria del proletariado ha producido situaciones revolucionarias. Dicho de otro modo, la mejor demostración de la verdad de la teoría revolucionaria son los acontecimientos o los hechos revolucionarios, la revolución en actos… en contra y más allá de todas las “predicciones científicas” las más de las veces.
No obstante, la lucha teórica contra las ideologías del capital (ciencia incluida) no solo es importante, sino que es necesaria. La actividad teórica revolucionaria no es solo teoría, es parte de la praxis histórica del proletariado como clase. En especial aquella de balance histórico de las luchas de clase y de restauración y desarrollo programáticos. Se trata de las tareas teóricas de y para la revolución comunista. Claro está, siempre a contracorriente… en este caso, a contracorriente de la ciencia y la ideología.
Bajo esta óptica, y aprovechando este punto, también nos gustaría mucho “recordar” que es necesario superar la falsa dicotomía ideológica entre marxismo y anarquismo. Y el problema aquí no es que el marxismo sea “científico” y el anarquismo no, o que la diferencia entre ambos sea de “principios”, etc. Estos son falsos problemas. Pues sucede que ambas no son ideologías y por separado, sino que son expresiones o síntesis teóricas y orgánicas de la lucha histórico-mundial del movimiento proletario. Y que quede claro, lo son ambas, las dos, no solo la una ni solo la otra, o la una por sobre la otra, etc. Las diferencias (de ciertos objetivos y métodos, p. ej.) entre ambas teorías no expresan otra cosa que las diferencias al interior del movimiento real histórico, sin por ello perder su unidad orgánica de clase. Aún así, mantienen su mismo origen y su misma causa: la lucha del proletariado por su autoemancipación del Capital y del Estado. Entonces, el problema real es que muchos revolucionarios no las concebimos y asumimos como tales; que seguimos entrampados en su falsa dicotomía ideológica y, por ende, en sus falsas disputas –y acusaciones y zancadillas- también ideológicas.
Por lo tanto, no nos interesa el marxismo ni el anarquismo como ideologías o dogmas separados que compiten entre sí por “quién tiene la razón” “revolucionaria”: es más, los criticamos despiadadamente a ambos como tales (como ideologías, como “ismos”), siendo además la suya una división propia de las izquierdas del capital y aprovechada por el Estado, o sea que la división marxismo/anarquismo es una división ideológica y contrarrevolucionaria contra la unidad programática y práctica nuestra clase. No nos interesa tampoco re-unir lo que ideológicamente ha sido separado, cayendo en el eclecticismo tipo “marxismo libertario” o “anarco-marxismo”. No nos interesa nada de eso.
Como proletarios revolucionarios, lo único que nos interesa en este campo es la teoría-práctica revolucionaria inmanente del y para el proletariado, sea marxista sea anarquista. Por eso algunos proletarios preferimos hablar de comunismo y de anarquía como sinónimos (claro: sociedad sin clases ni Estado) y de perspectiva comunista-anarquista. En todo caso, ni la teoría de Marx es científica –burguesa-, ni es la única teoría revolucionaria que ha existido y que existe. Lo mismo vale para el anarquismo.
En definitiva, ya es hora de superar la falsa dicotomía ideológica marxismo/anarquismo así como sus falsas combinaciones o eclecticismos. Lo único realmente importante y relevante es la teoría autónoma y antagonista del/para el proletariado: la teoría proletaria revolucionaria. Lo fundamental es el histórico y universal programa revolucionario, comunista, anarquista… en fin, el programa histórico de nuestra clase, de nuestro Partido histórico. (Así pues, sobre esta base y con esta perspectiva, es necesario procurar el acercamiento e incluso la unificación entre individualidades y minorías revolucionarias “marxistas” y “anarquistas”, tanto local como internacionalmente).
- Asumimos al proletariado como la única clase que, por ser desposeída de medios de producción y ser la única creadora del valor, es capaz de terminar con el sistema producción capitalista a través de luchas masivas y radicales (fuera del orden Estatal), donde además puedan (y deban) arrastrar a demás sectores oprimidos a la lucha. Por eso también defendemos la violencia revolucionaria de las masas proletarias y oprimidas como único medio para liberarnos de las cadenas de la esclavitud asalariada impuesta por el capital.
Aquí hay dos principios: el del proletariado como sujeto revolucionario y el de la violencia revolucionaria. Para empezar habría que distinguirlos (formalmente) como dos puntos diferentes, no ponerlos como uno solo. En esta parte deberían dejar solo el principio del proletariado como sujeto revolucionario y colocar más abajo el principio de la violencia revolucionaria (lo cual, repetimos, solo es una cuestión formal). Entonces aquí nos centraremos a discutir el primer punto y, más abajo, retomaremos el segundo.
El proletariado es la única clase social en la historia que es explotada y revolucionaria a la vez (a diferencia de la burguesía que, en tiempos de revoluciones burguesas, era políticamente subalterna pero no explotada, por lo cual conquistó para sí el poder político). Lo uno es indisociable de lo otro. La condición de ser proletarios empuja a nuestra clase a luchar contra el capitalismo y, en última instancia, a luchar contra la sociedad de clases, contra su propia condición proletaria.
Esta condición consiste en que somos una clase desposeída de medios de producción que se ve obligada a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario para sobrevivir, por lo cual es explotada por el capital y oprimida por el Estado. Una clase, además, que empíricamente cuenta con un sinnúmero de divisiones, subdivisiones, capas, niveles, estratos, categorías, subcategorías, etc. si no creadas al menos sí utilizadas, manejadas y reproducidas por el capital-estado para mantener su dominación. Para el capital, el proletariado es una clase económica y sociológica; es simplemente clase trabajadora, fuerza de trabajo, capital variable o “masa” productora de plusvalía, clase en sí, objeto y no sujeto, y a lo sumo un “interlocutor” democrático, nada más. El colmo de esta alienación o reificación del proletariado se expresa políticamente en el “pueblo” y, peor aún, en la “ciudadanía”: ambas, criaturas del Estado, de la democracia. En fin, una clase despojada de su potencialidad antagonista o revolucionaria y, más aún, despojada de su condición humana, explotada, oprimida, humillada… negada como humanidad.
Para el comunismo, por el contrario, el proletariado no es una clase económica ni sociológica; no es solamente “clase trabajadora” (clase en sí o “no-clase”) ni mucho menos es solamente “clase obrera” (obrerismo eurocentrista). Es, fundamentalmente, un sujeto revolucionario. “El proletariado es revolucionario o no es nada”, afirmaba programáticamente el compañero Marx (por cierto, este es un principio fundamental que debería explicitarse así tal cual y siempre en cualquier declaración de principios del proletariado revolucionario). Pero esto, por lo arriba dicho, quiere decir que el proletariado solo es proletariado cuando lucha revolucionariamente por dejar de ser proletariado, por abolir su condición de proletariado aboliendo las condiciones histórico-sociales capitalistas, aboliendo la sociedad de clases entera y aboliéndose a sí mismo como tal.
Para que esto sea así, el proletariado en lucha a de ir criticando y superando en la práctica la descomposición o la división a la que le ha sometido el capital. A de ir criticando y superando en la práctica también los intermediarios o “representantes” entre él y el capital (partidos, sindicatos, ongs, iglesias, universidades, etc.), esto es la lucha mediada por la lucha autónoma y antagónica. Y, sobre todo, a de ir criticando y superando su condición de clase trabajadora, que vive solamente de y para el trabajo (médula o esencia del sistema de dominación capitalista). Se ha de negar como tal. Ha de negar lo que le niega, ha de destruir lo que le destruye, a efectos de recuperar y reafirmar su vida, su humanidad (junto con su reconciliación con la naturaleza), su humana necesidad de comunidad, libertad y felicidad reales –colectivas e individuales-. Para la sociedad burguesa, el proletariado es entonces un sujeto “negativo”, destructor, subversivo. Marx hablaba del proletariado como “el partido destructor” o “el partido de la subversión”, a la vez que como “portador del comunismo”. Y es que solo mediante esta negatividad radical, subversiva y creadora es que nuestra clase puede destruir el capitalismo y construir o crear el comunismo.
En resumen: el proletariado no solo es revolucionario por la posición estructural que ocupa dentro del modo de producción capitalista como único productor de plusvalía, de capital o de “toda la riqueza de este mundo”. Sino fundamentalmente por la posición histórica que ha ocupado y ocupa en la lucha de clases contra el capital como negación, irrupción, conflicto, destrucción y superación absoluta y viviente de la sociedad burguesa de clases y fetiches. El principio de “el proletariado es revolucionario o no es nada” debería entenderse entonces como que “el proletariado es la destrucción de esta sociedad y, por tanto, es también su propia destrucción”.
Esta concepción radical o comunista del proletariado implica además no reproducir las falsas divisiones capitalistas económicas, sociológicas, étnicas, “técnicas”, etc. de nuestra clase (“otros sectores oprimidos, clases precapitalistas, clases subalternas, pueblo o clases populares, clases bajas, clases medias, etc., trabajadores intelectuales/trabajadores manuales, empleados/desempleados, blancos/indígenas/mestizos, etc.”), sino criticarlas y superarlas de igual modo, de acuerdo a la definición revolucionaria histórico-práctica de proletariado arriba expuesta. De lo contrario, se caería en el policlasismo, el frentismo y el populismo propios de las socialdemocracias (cci incluida).
También habría que tener cuidado con no confundir proletariado con “masa”, puesto que el primero es un sujeto autónomo y antagónico, mientras que la segunda es un objeto económico, social, político y cultural del capital-estado. Ambas categorías no solo son diferentes sino contrapuestas. El carácter “masivo” de la revolución proletaria es una cuestión solamente cuantitativa (porque millones en el mundo somos proletarios y porque la revolución social es un proceso que involucra a millones, obviamente…), mientras que lo fundamental es lo cualitativo, es decir si nuestra clase actúa como clase, como partido, como sujeto revolucionario; condición que, al menos hoy en día, solo se confina en minorías proletarias revolucionarias -con limitado marco de acción e influencia, por demás-. Esto último, además, implica no buscar ni reproducir falsas separaciones entre las minorías y el resto de la clase, pues las minorías somos parte, expresión y órgano de la misma clase; somos productos y, a la vez, “agentes” de la lucha de clases. (Es más, como dice “El Manifiesto Comunista”, los comunistas somos la fracción más decidida y combativa del proletariado, por lo cual, como dice el GCI, la actividad a contracorriente como minorías comunistas es muy importante para el desarrollo revolucionario –o no- de las luchas proletarias actuales a nivel internacional.).
Una alternativa para superar tal problema “semántico” sería hablar mejor de “asociacionismo proletario masivo” y “asociacionismo proletario minoritario”, pero asociacionismo proletario a fin de cuentas y uno solo, cuyo contenido –y no su forma- es lo fundamental. Dicho contenido, a su vez, es la lucha proletaria contra el capital como portadora del comunismo, puesto que el objetivo de ella es imponer la dictadura de las necesidades humanas contra y sobre la dictadura del capital.
- Defendemos el internacionalismo proletario, entendiendo por esto que la clase no defiende patrias ni fronteras, por su condición de trabajador colectivo. La revolución para emancipar a la humanidad de la explotación y el capital debe ser mundial.
- Asumimos la lucha contra el capital (como relación de explotación y dominación) “extranjero” o “nacional”, por lo tanto se rechaza la “lucha” por la defensa de alguna patria y del apoyo a la producción nacional y la desviación antiimperialista. Todos los países bajo el capitalismo explotan a los proletarios, no hay mejor o peor explotación que otra.
- Rechazamos la teoría del socialismo en un solo país. Negamos que pueda construirse la sociedad comunista en un solo país. Bajo el capitalismo, todos los países están entrelazados por la producción mundial y el intercambio.
- Asumimos que, como todo proceso dialéctico, la Revolución proletaria liberará un territorio determinado dentro de una oleada revolucionaria. Los comunistas debemos trabajar para que se extienda las luchas a otros territorios, coordinándolas entre si y también llamando a la organización. Sabemos que mientras no se expanda la revolución solo se resistirá en territorio controlado por los mismos trabajadores hasta degenerar.
De acuerdo. Pero, todos los principios anteriores sobre internacionalismo proletario revolucionario deberían ir en uno solo. Sea como fuere, los comentamos en bloque:
En la primera parte, envés de decir solamente “por su condición de trabajador colectivo” (lo cual además habría que explicarlo o definirlo bien), debería decir porque el capital y la lucha de clases no tienen patrias, porque son mundiales por naturaleza y desde que el capitalismo es capitalismo. En este aspecto, el razonamiento revolucionario no es mecánico pero sí lógico: el capitalismo es mundial, por consiguiente la revolución proletaria o comunista será mundial o no será. Claro está, esta “lógica” no es formal sino histórica, real: la historia lo ha demostrado terrible y abundantemente.
No obstante ello, agregaríamos que, sobredeterminadas por el mercado mundial, las patrias son marcos territoriales históricos para la competencia y la explotación capitalistas (paradójicamente rebasados hoy por el mismo capital mundial); que el antiimperialismo, el latinoamericanismo, el nacionalismo o patriotismo, el localismo, etc. son reformistas y, por lo tanto, capitalistas y contrarrevolucionarios, puesto que son las fuerzas burguesas internacionales y nacionales las que desvían y transforman la guerra de clases en guerra interburguesa e interimperialista (para lo cual, la burguesía mundial divide nacional o regionalmente al proletariado mundial y lo ataca “paquete por paquete”, país por país, etc.); que el proletariado revolucionario no es nacionalista ni antiimperialista, sino internacionalista; que, dado que la guerra es la máxima expresión de la competencia intercapitalista e interimperialista –y, por ende, de los patriotismos-, el internacionalismo proletario en tiempos de guerras significa derrotismo revolucionario (de ambos ejércitos nacionales –y, ahora, regionales-) y transformación de la guerra imperialista en guerra civil o de clases, en guerra revolucionaria.
Cabe decir también que el internacionalismo proletario no es solo una cuestión de principio, sino de necesidad y sobrevivencia para la lucha y la revolución proletarias: una revolución que no se extiende, que no se internacionaliza, fracasa o es derrotada por la contrarrevolución. Este hecho se ve complementado y sustentado por otro hecho: hoy en día, la lucha proletaria es internacional tanto por su contenido como por su forma, lo cual podemos constatarlo en la oleada internacional de luchas actuales (incluso nos podemos aventurar a decir que, dado el grado de mundialización del capital a estas alturas de la historia, esta época podría llegar a ser, entonces, la época del internacionalismo proletario por excelencia y, probablemente, de la revolución mundial o global).
Por todo ello, podemos concluir este punto afirmando que internacionalismo proletario significa: defender los intereses de nuestra clase más allá y en contra de todas las nacionalidades, así como fomentar la organización, la discusión, la coordinación y la acción internacionales -e internacionalistas- del proletariado; y, centralizar internacionalmente esfuerzos teóricos y prácticos comunistas para sacar lecciones de las revueltas proletarias actuales así como para apoyarlas, impulsarlas, extenderlas, radicalizarlas. Una vez encendida o desatada la revuelta proletaria en un lugar o en algunos lugares (tal como está aconteciendo hoy en día), hay que internacionalizarla o, mejor dicho, hay que contribuir a empujar y a coordinar su internacionalización. En fin, internacionalismo proletario significa asumir y ser consecuentes con que el Partido comunista histórico es internacional o no es, y que corresponde a las minorías comunistas internacionales preparar el terreno para ello desde ya, para una futura Internacional. “Las minorías del presente son el Partido del mañana”…. En este sentido, saludamos a las minorías proletarias radicales internacionales y, especialmente, a sus llamados y esfuerzos internacionalistas de solidaridad, difusión, comunicación, discusión, afinidad, unidad, centralización…
Sin duda, los ejes transversales del internacionalismo proletario son la solidaridad de clase, la unidad programática, la centralización orgánica y la acción coordinada.
- Rechazamos las elecciones, el parlamentarismo, el reformismo, etc. El Estado no es un ente neutro y mediador entre las clases, no podemos entrar dentro de la política capitalista para querer cambiarla, nuestra lucha es por la abolición del Estado (como órgano de poder burgués) y el capital como relación social de explotación asalariada.
De acuerdo, sin duda. No obstante, habría que puntualizar que el reformismo no solo viene dado por el electoralismo y el parlamentarismo, sino también por el militarismo de izquierda o guerrillerismo, ya que el error no consiste en la “vía electoral” como método para la “toma del poder” (del Estado), sino también en la “vía armada” porque su objetivo es el mismo: conquistar el Estado, ocupar el Estado, ser el Estado. Ese es el error o el problema de verdad. Los comunistas, por el contrario, no queremos ser Estado, queremos combatir y destruir todo Estado. El comunismo es, por historia y por principio, antiestatista (de allí que algunos compañeros hablen de “comunismo en anarquía”…). La dicotomía entre “vía electoral” y “vía armada”, por tanto, es un falso dilema ideológico –propio de la izquierda del capital- a ser criticado y superado de raíz, es decir criticando y superando el estatismo o estadocentrismo propio de la socialdemocracia y el bolchevismo. Aquí vale añadir que la autonomía proletaria, en tanto núcleo o médula de la revolución comunista, es antagónica frente al capital, al Estado y a toda mediación social y política capitalista (partido, sindicato, ong, iglesia, universidad, etc.) o no es. En este caso, autonomía proletaria vs. Estado; autonomía proletaria por fuera, en contra y más allá del Estado; y, en consecuencia, autonomía proletaria vs. jacobinismo (o vanguardismo politicista y estatista) y vs. reformismo.
Si existe Estado es porque existen propiedad privada, trabajo, dinero, capital, clases sociales. Por lo tanto, hay que destruir el Estado a la par de destruir sus bases o condiciones materiales de posibiilidad. Hay que abolir el capital y el Estado a la vez. La revolución social proletaria es la abolición conjunta o simultánea de la economía (o del trabajo) y de la política (o del Estado).
La revolución proletaria no solo destruye el Estado capitalista, sino que no construye un “Estado proletario”, un “Estado de nuevo tipo” o un “semi-Estado” (he aquí la confusión propagada y reproducida por el leninismo). No lo hace, que quede claro. La llamada Dictadura Revolucionaria del Proletariado es dictadura porque es la dictadura de las necesidades humanas reales sobre la dictadura democrática de la economía o de la sociedad mercantil generalizada y su Estado; porque es el despotismo humano o de la vida sobre el capital. Se puede decir también que es dictatorial o totalitaria porque es total y autoritaria a la vez, y autoritaria significa despótica (despotismo de la humanidad sobre el capital, no se olvide) y antidemocrática (contra toda democracia, ya que ésta es la forma de dominación ad hoc de la dictadura de la mercancía o del capital, incluyendo la llamada “democracia obrera”). Los intereses proletarios se imponen al capital sin debate, negociación ni consenso. Por “la razón de la fuerza”.
Y es revolucionaria porque es social, es decir porque es total y radical: su objetivo es abolir los fundamentos mismos de la sociedad capitalista entera y no conservar ningún rastro de ellos, en especial abolir nuestra esclavitud asalariada basada en la propiedad privada y la mercancía, vigilada por el Estado y lubricada por la ideología dentro de las cárceles llamadas patrias o por el espectáculo “globalizado”. Tal es el sentido o significado de la consigna o principio comunista histórico e invariante “Dictadura del Proletariado para la Abolición del Trabajo Asalariado”… Pero al decir que nuestra dictadura ha de ser social (ojo) estamos diciendo que no ha de ser política, y si no ha de ser política no ha de ser estatal.
Por consiguiente, la dictadura revolucionaria del proletariado es una dictadura anti-estatal y post-estatal en acción, puesto que destruye al Estado como maquinaria o aparato militar-burocrático-ideológica a la vez que destruye las condiciones que hacen posible la existencia de esa “excrecencia parasitaria del organismo social” (Marx) llamada Estado (propiedad privada, mercancía, valor, plusvalor, clases, instituciones, ideologías, etc). No construye, por tanto, un nuevo Estado, sino una comunidad real o una libre asociación de iguales sin Estado y sin necesidad ni posibilidad de Estado, porque ataca sus bases o sus raíces. Tanto las funciones “administrativas” como las “represivas” que antes ejercía el Estado son reapropiadas y subvertidas por esta comunidad humana real en constitución con forma de dictadura proletaria hasta el momento de aplastar y extinguir a la contrarrevolución capitalista-estatal y reformista (pues la dictadura del proletariado no se hace para “desarrollar las fuerzas productivas”, sino para destruir los fundamentos del capitalismo y la contrarrevolución). Pero con esto no se puede hablar de “Estado proletario”, ni solamente de un “no-Estado” (Engels), sino más bien de un Anti-Estado proletario mundial.
Tal afirmación programática no es un antojo o una “innovación” teórica de unos cuantos comunistas-anarquistas delirantes, sino que responde a la naturaleza misma del proletariado: es revolucionario por ser autoabolicional. Más claro, así como la lucha de clases revolucionaria busca la abolición de las clases, y así como el proletariado solo es revolucionario en la medida en que lucha revolucionariamente por dejar de serlo –lo cual es así, no se olvide-, solo en excepcionales pero decisivos momentos históricos-, asimismo la dictadura revolucionaria del proletariado es el Anti-Estado en acción que abole todo Estado para siempre y que se abole a sí mismo. La dictadura del proletariado es autoabolicional o no es. Y así como el proletariado es la única clase explotada y revolucionaria en la historia, asimismo la dictadura proletaria -o el proletariado ejerciendo de “clase dominante”- es la única dictadura anti-estatal y revolucionaria en la historia (ojo). Solo en ese sentido es revolucionaria la dictadura proletaria, y solo en ese sentido es el “puente histórico” real y necesario entre capitalismo y comunismo, entre sociedad de clases y sociedad sin clases. (Tal vez sea esta naturaleza o contenido antiestatal y autoabolicional de la revolución proletaria o comunista la que más le dé un carácter de “especificidad” –en el sentido que hablaba Korsch- e inconmensurabilidad con respecto a las revoluciones anteriores habidas en la historia de la sociedad de clases; es decir, la revolución proletaria es única e incomparable frente al resto de revoluciones de la “historia de la humanidad” o de las sociedades de clases).
La teoría del “semi-Estado” o del “Estado proletario” es una confusión, una ambigüedad y una debilidad de la izquierda comunista histórica, debido a las confusiones, ambigüedades y debilidades del movimiento proletario real de su época. La ulterior historia del capitalismo y la lucha de clases demostraron que mantener el Estado, cualquier tipo de Estado, es mantener la estructura capitalista de clases y preparar el camino para la contrarrevolución burocrática capitalista. El Estado solo puede ser un poder contrarrevolucionario, porque donde hay Estado hay capital y clases sociales –y viceversa-: dado que el Estado es el patrón de patrones, ¡un “semi-Estado” sería como un “patrón a medias”, así como “un Estado que no es Estado” sería “un patrón que no es patrón”! ¡Absurdo y reaccionario!, sin duda... Por eso hay que criticar despiadadamente y superar sin recelos ni tapujos este rezago socialdemócrata, rancio, paralizante y reaccionario del Estado o del “semi-Estado” proletario en nuestro programa. Hay que “dejar que los muertos entierren a los muertos”…
Todo lo anterior se resume en la consigna “Dictadura Anti-Estatal del Proletariado para la Abolición del Trabajo y del Estado”. Y por eso en este principio se debería plantear explícitamente no solo la abolición del Estado sino la dictadura revolucionaria del proletariado -así comprendida.
Desde luego, al igual que la abolición del trabajo y la mercancía, la abolición o destrucción del Estado es un proceso, lo que quiere decir que durará años, generaciones inclusive. Lo fundamental es que, en medio de la contradicción y el caos revolucionarios, esta “medida” revolucionaria mantenga su esencia y su cometido de principio a fin; es más, que se radicalice a medida que avance y que trate de “quemar tiempos” o de acelerar históricamente el proceso. Y esto, que es algo que de seguro ocurriría en una fase post-insurreccional, debe ser empujado y defendido a muerte por las minorías comunistas del proletariado en todo el mundo (pues la dictadura proletaria anti-estatal será mundial o no será).
- Defendemos la violencia revolucionaria de las masas proletarias y oprimidas como único medio para liberarnos de las cadenas de la esclavitud asalariada impuesta por el capital.
Aquí tenemos algunas acotaciones y reflexiones críticas: en primer lugar, que no debería ir junto al principio que habla sobre el proletariado como sujeto revolucionario (más arriba), sino aparte (por eso lo hemos colocado aquí). Antes estaba como desconectado del otro principio, y era muy vago o abstracto. Aunque una conexión real podría ser la siguiente –atención-: la violencia proletaria o revolucionaria no solo es el “único medio” para la revolución social, sino que es la máxima forma de afirmación de nuestro Ser, de nuestra vida. No solo que toda revolución es violenta, sino que la revolución proletaria es violenta por naturaleza.
He aquí el por qué. Primeramente, porque el capitalismo se basa y se sostiene, en última instancia, en la violencia: la acumulación originaria de capital ha sido siempre violenta; el Estado no es otra cosa que el monopolio de la violencia; el espectáculo es violencia tanto material como simbólica –y, lo peor de todo, naturalizada e interiorizada-; ¡qué más violento que soportar la esclavitud asalariada, el despotismo estatal, el lavado ideológico de cerebros, el ocio alienado o el consumo de drogas (socialmente aceptadas y no aceptadas) para escapar o soportar todo lo anterior, como “pan” de cada día! El maldito capitalismo es histórica, estructuralmente y cotidianamente violento. De modo que la sociedad actual está estructurada y dinamizada por la violencia del capital y, como contraparte, también por la violencia de los explotados y oprimidos (la resistencia al poder). Es decir, la sociedad capitalista es guerra de clases en sí misma. Hasta la “paz social” en el fondo es guerra social encubierta y latente. Por lo tanto, los comunistas siempre deberemos desvelar, agitar e incentivar esta guerra de clases en pos de su resolución revolucionaria (acaso contribuir a encender el instinto y el odio de clase y que éste se metamorfosee en conciencia y acción de clase…)
Pero el argumento más importante es el siguiente. El proletariado revolucionario es el portador del comunismo. El comunismo es un ser orgánico e histórico, un movimiento histórico y real que lucha por suprimir el orden vigente de las cosas, de todo lo existente. El antagonismo proletario contra el capitalismo, entonces, no solo es social o de clase. Es ontológico, de vida o muerte. No hay lugar para “síntesis” hegelianas entre ambos (socialismo real = capitalismo de Estado). O comunismo o capitalismo. O el uno o el otro. El uno solo puede vivir asesinando y sepultando al otro, dándole muerte para reconquistar y transformar su vida. Por eso es que nuestro Ser –el comunismo-, cuyo portador es nuestra clase, solo se afirma mediante la violencia; solo mediante la violencia recuperaremos íntegramente nuestra humanidad. Por eso aquello de abolición violenta del capitalismo, aquello de que la revolución es violenta o no es, y aquello de que la naturaleza específica de la violencia revolucionaria es ser la crítica (práctica) y la abolición de toda violencia.
Desde este punto de vista, además, habría que tener cuidado en no caer en el fetichismo de la violencia o en el violentismo (tipo “ejército insurreccional” o tipo “nueva guerrilla urbana difusa”, etc.). En este aspecto, no hay que perder de vista que la violencia no es más que un arma importante, pero solo un arma más, de todo el proyecto societario global del proletariado revolucionario, del comunismo como plan para la especie humana y el mundo. De nada sirve estar armados y ser violentos si no existen condiciones y sujeto social revolucionarios, y si no existen un proyecto y una praxis de carácter radical y total por parte del proletariado (allí tenemos como muestra al reformismo armado –tipo farc, sendero, alfaro vive, eta, naxalitas, etc., etc.-). El programa y la praxis comunistas son el contenido; el armamento y el uso de la violencia por parte del proletariado, la forma, el medio, la manera, la vía.
Por otro lado, la solución proletaria invariante al llamado “problema militar”, ha sido, es y será la insurrección (solución proletaria a lo militar: solución insurreccional). Insurrección entendida no solo como levantamiento generalizado de los proletarios en las calles, sino como imposición violenta de los intereses proletarios sobre los intereses del capital. Insurrección entendida no solo como explosión espontánea de la rabia proletaria, sino como manifestación violenta y generalizada de la organicidad y combatividad de nuestra clase, es decir de la centralización, organización y dirección de las fuerzas revolucionarias por parte de nuestra clase constituida en Partido, justamente en “partido de la insurrección”. La insurrección no es un fin en sí mismo, pero tampoco es solo una técnica particular para la “toma del poder”. La insurrección proletaria –verdadera fiesta total para nuestra clase- es el acto “sine qua non” que posibilita la dictadura revolucionaria del proletariado y la instauración del comunismo integral, puesto que es la destrucción violenta de las estructuras y agentes capitalistas, y la reapropiación violenta y transformación radical de las condiciones y medios de producir la vida; es la reunificación y reconquista violentas de la vida y de la historia auténticamente humanas.
Es por ello que las minorías radicales de antaño insistían en que los comunistas no solo debemos restaurar y defender el programa, sino preparar, organizar y dirigir la insurrección. Pero, en este aspecto, asimismo hay que tener cuidado de no confundir la violencia de la clase -tanto “masiva” como minoritaria-, con la violencia de aparatos político-militares ideologizados -con marxismo o con anarquismo-, especializados y separados de nuestra clase (que generalmente caen en el reformismo armado o que obstaculizan la centralización orgánica de fuerzas de nuestra clase). El desarrollo contradictorio pero inevitable de la misma lucha de clases obligará al proletariado a pasar a la “lucha armada” en determinado momento o situación, a asumir las “tareas militares” de la revolución y, en consecuencia, a crear los órganos armados y combatientes –u organizaciones proletarias revolucionarias armadas- para ello (insurreccionales, de ataque, de autodefensa, etc.).
Con esto queremos decir, por otro lado, que no hay que separar la acción violenta o las tareas militares del resto de tareas revolucionarias: de las tareas organizativas, propagandísticas, teóricas, sociales, cotidianas, personales, etc. Todas las tareas revolucionarias son importantes y necesarias; conforman una unidad orgánica, una globalidad de tareas comunistas invariantes, pues los comunistas hemos de realizarlas todas sin excepción, siempre y en todo lugar (pues han sido y son las mismas siempre y en todo lugar). Claro, esto también depende de la naturaleza del periodo histórico: si este es contrarrevolucionario o desfavorable, o si es revolucionario o favorable. Hoy en día, concretamente, dado que, gracias a la emergente oleada internacional de luchas proletarias, nos encontramos todavía saliendo de un periodo histórico contrarrevolucionario, los comunistas y anarquistas –en general, no todos- nos estamos concentrando en las tareas teóricas y propagandísticas, pero porque las circunstancias no dan para más. En cambio, cuando estas cambien de naturaleza por la misma lucha de clases, habrá que llevar a cabo las tareas militares también o sumadas a las otras tareas (“agitación teórica” y “agitación armada” a la vez, retomando la terminología del MIL-GAC). Es más, los comunistas deberemos entonces –sin miedo ni pudor- preparar, organizar y dirigir la insurrección proletaria (al fin y al cabo, en la guerra de clases, los proletarios-comunistas somos guerreros).
Finalmente, se ha dicho que un principio de acción de nuestra clase es la “acción directa”, lo cual es cierto, pero habría que aclararlo, porque se la ha confundido sin más con la acción violenta. Acción directa no solo es la acción directa propiamente violenta, la “propaganda por el hecho” o la “agitación armada”, sino toda forma de lucha en que los proletarios nos enfrentemos directamente, sin intermediarios, contra el capital y sus agentes. Y esto puede ir desde un panfleto subversivo hasta una huelga salvaje, y desde una huelga salvaje hasta la insurrección. Enfrentar directamente al capital e irrumpir su normal funcionamiento es una forma de violencia. (Además, la violencia proletaria también puede ser simbólica, cotidiana e “invisible”, en tanto dispute memorias, sentidos, significados, imaginarios, verdades, etc. con el aparato cultural o simbólico del capital, por ejemplo mediante la contrainformación, la comunicación proletaria, la propaganda revolucionaria, la “guerrilla” de la comunicación, la anti-publicidad, las “microresistencias” cotidianas, los tiempos y espacios que se le pueden –y deben- arrebatar al capital para actividades de “conspiración” revolucionaria o también para actividades “artísticas” pero igual de “inadaptadas” e irreverentes como el “terrorismo poético”, etc….. Y claro, también es violencia proletaria simbólica –y válida- un ataque físico directo a algún símbolo de la opresión capitalista…)
Por su parte, la propaganda revolucionaria también es acción directa, puesto que contribuye a desarrollar directamente la autonomía proletaria contra el capital en términos de autoconciencia de clase al calor de las luchas, y más que nada a prender o enardecer la guerra de clases en pos de su resolución revolucionaria o comunista, que –como sabemos- será violenta o no será. Para lo cual, a su vez, las minorías proletarias que hoy hacen teoría y propaganda revolucionarias, si son consecuentes, se verán obligadas algún momento a preparar las “tareas militares” revolucionarias. Pues, como ya lo dijimos –aunque de otra forma-, el mismo antagonismo de clases empujará a nuestra clase a asumir la realización de la “agitación armada” y de la insurrección para la instauración del comunismo, de la anarquía. Y ya sabemos quiénes deberán estar desatando, organizando y dirigiendo la insurrección (y lo que venga después de la insurrección también).
En conjunto, así es como comprendemos a la violencia revolucionaria.
Por cierto, dada su densidad y contundencia, éste debería ser el punto final o concluyente de este conjunto de principios. Debería ir después de otro punto clave como es el de los consejos obreros (ver más abajo).
- Rechazamos al terrorismo, guerrillerismo, etc. como formas de lucha proletaria. Comprendiendo que la organización de la clase no lo hacen pequeños grupos entusiastas, románticos y voluntaristas sino la misma clase proletaria cuando ha adquirido un colectivo nivel de consciencia.
Compartimos de sobra la crítica al guerrilerismo, al voluntarismo, al romanticismo, etc. Sin embargo, hay que tener cuidado con el uso del término “terrorismo”. Terrorismo es la palabra con la que el poder burgués-estatal des-califica (hipócritamente, por cierto) a la rebelión del explotado/oprimido, cuando en realidad el mayor terrorista de la historia ha sido y sigue siendo el Estado burgués. En este sentido, hay que reapropiarse y resignificar proletaria y revolucionariamente este término: si para el Estado nuestro antagonismo y combatividad son considerados como terrorismo, pues somos terroristas (¡y qué chuchas!, como se diría por acá…). Además, a la violencia capitalista (o “terror blanco”) solo se puede y debe responder con violencia proletaria, revolucionaria. No en vano las minorías radicales históricas siempre han planteado el “terrorismo rojo” o revolucionario como método invariante de la lucha proletaria y revolucionaria. Nosotros, obviamente, también lo reivindicamos.
La pregunta es ¿terrorismo rojo o violencia revolucionaria para qué? Y la respuesta –reiteramos- es: para agitar el antagonismo de clases. Para avivar el fuego de la guerra social. Para golpear al enemigo. Para contribuir a que nuestra clase efectúe un salto cualitativo en su lucha, para que ésta se radicalice y se extienda hasta ser incontrolable. Para profundizar la crisis y el caos (económicos, políticos, sociales, culturales, psicológicos, morales, etc.). Para contribuir a generar una situación revolucionaria (o una constelación de situaciones revolucionarias). Para imponer la dictadura revolucionaria del proletariado (y es que no se puede pensar en la dictadura revolucionaria sin violencia revolucionaria) que, a su vez, destruya el capitalismo por completo e imponga el comunismo mundial e integral. Y para que, al fin, ya no sea necesaria la violencia para la humanidad (ver arriba sobre la violencia revolucionaria).
Por cierto, una reivindicación actual y concreta de esta posición teórico-práctica sobre la violencia proletaria la encontrarán en este lúcido y contundente panfleto de unos compañeros de brasil: http://el-radical-libre.blogspot.com/2010/11/material-clasista-en-relacion-lo-que.html
A pesar de nuestras diferencias con el “anarquismo insurreccionalista”, hay que tener cuidado también con no realizar la falsa y nociva dicotomía que siempre ha realizado la socialdemocracia en estos casos (y que hasta nosotros hemos cometido): violencia de “masas” como violencia de clase –supuestamente- vs. “terrorismo grupal” o “terrorismo individual” (“anarquista” y “pequeñoburgués”, según los marxistas-leninistas y socialdemócratas en general, claro). Esta división es falsa y pacifista, porque tanto los individuos-proletarios como los grupos-proletarios son parte y expresión de la clase-proletaria, no están fuera –ni mucho menos en contra- de ella; y, porque la lucha pacífica “masiva” como método para nuestra clase es una trampa o una ilusión de la democracia o, mejor dicho, un arma creada a conveniencia por la burguesía y que solo le sirve a ella. El pacifismo, lo sabemos, siempre ha sido y será burgués. Además que es la otra cara de la moneda del terrorismo estatal (o su disfraz de cordero). Y ya vimos que a la violencia estructural del capital y su Estado solo se puede y debe responder con violencia revolucionaria del proletariado, la cual, sobre todo en situaciones contrarias o de reflujo de la lucha de clases, no siempre es “masiva” sino más bien minoritaria e inclusive individual.
Así pues, no hay que descalificar esta violencia proletaria minoritaria (como hizo la cci en las revueltas proletarias de años anteriores en francia y en las actuales en grecia…), sino más bien comprenderla como formas “extremas” de lucha de nuestra clase (si es eficaz o ineficaz en estos tiempos, ese ya es otro tema). Es más, si escarbamos un poco en las luchas proletarias históricas, observaremos que la acción combativa de ciertas minorías radicales ha sido un factor y hasta un impulso para posteriores luchas proletarias “masivas” –pero también viceversa. Lo que sí hay que tener claro es que lo que hace o no revolucionaria a una acción violenta –sea de muchos, de pocos o de uno-, no es su cantidad de gente involucrada y simpatizante con tal tipo de acción, sino si está orientada por objetivos revolucionarios –vale decir, programáticos y estratégicos-, y si contribuye a que la lucha proletaria de un salto cualitativo y revolucionario.
En suma, desde el punto de vista comunista, no existe división ni contradicción entre lucha minoritaria violenta y lucha mayoritaria “no violenta”: ambas son formas y momentos de la lucha proletaria contra el capital, los cuales no existen en estado etapista ni puro (ojo), sino que se combinan y mezclan de manera desigual y compleja, pero sin perder su unidad orgánica como acción revolucionaria y a contracorriente del proletariado contra el Estado. De lo contrario, si mantuviésemos tal división y tal descalificación como lo ha hecho siempre la socialdemocracia pacifista (marxismos leninismos y cci incluidos), le estaríamos haciendo una favor a la represión, al terrorismo estatal, a la contrarrevolución. De allí que el “masismo” y el pacifismo –al igual que el “minoritarismo” y el violentismo- sean condenables y rechazables. Como lo es, en suma, este falso dilema en torno a la violencia.
Por último, en este punto se le otorga mucha importancia a la conciencia de clase como fuerza revolucionaria, y se estaría diciendo algo así como que “la revolución proletaria será posible cuando exista un proletariado conciente en masa”. Pero esto es relativamente cierto. Las revoluciones son hechas espontáneamente por millones de proletarios en todas partes del mundo, es un hecho, pero históricamente los procesos y acontecimientos revolucionarios siempre han sido –directa o indirectamente- impulsados y defendidos por minorías revolucionarias propias a la clase, que no es otra cosa que nuestra clase en tanto que Partido expresándose de esta forma aún minoritaria (ojo). Y esto no se contradice con el hecho de que “el movimiento proletario es el movimiento de la inmensa mayoría en beneficio de la inmensa mayoría”. Son dos aspectos de un único proceso. En todo caso, como dice Marx, sola una revolución comunista puede producir una conciencia comunista en masa. La revolución entendida, claro está, como proceso y acontecimiento históricos a la vez. Y, a su vez, la conciencia entendida como un hecho inseparable de la lucha práctica; es decir que, en su forma “masiva”, la conciencia de clase en las explosiones sociales revolucionarias existe como conciencia práctica más que como conciencia teórica. Eso por un lado.
Por otro lado, es relativamente cierto porque la revolución no es un problema de conciencia (como erróneamente creía el leninismo), sino que es un problema de ser, de contenido social real, de praxis, de relaciones, actividades, subjetividades, etc. Y como materialistas sabemos que no hay cómo separar conciencia de ser, que ambas son inseparables, o que son dos aspectos y formas de un mismo proceso o totalidad. De hecho, la producción o construcción de condiciones, situaciones, sujeto y conciencia revolucionarias son un solo y único proceso; son elementos indisolubles y complementarios entre sí (aunque, a veces, no coincidan exactamente en los mismos tiempos y espacios). En otros términos, la clase va tomando conciencia de clase a medida que se va a agudizando y radicalizando su antagonismo con el capital. Mejor dicho –y parafraseando a Luckács-, al calor de la contradicción y el antagonismo sociales es que nuestra clase va dejando su conciencia alienada (o “psicológica”) y, en cambio, va asumiendo su conciencia de clase o conciencia crítica, autónoma y revolucionaria, que es tanto práctica como teórica. Así deja de ser clase en sí o “no clase” y se asume como clase para sí, como clase-sujeto o clase-Partido.
Lo importante aquí es que la conciencia práctica se vuelva conciencia teórica, pero principalmente que ésta última no se quede solamente como tal, sino que devenga nuevamente conciencia práctica, “históricamente operante”. Lo que quiere decir que el programa comunista se convierta en posibilidad real o, dicho de otra forma, que el proyecto revolucionario devenga revolución en actos. Y esto ocurre solamente cuando minorías y “masas” “coinciden” en tiempo y espacio, o sea cuando nuestra clase rompe las divisiones del capital o se reunifica revolucionariamente –y humanamente- al calor de los combates históricos e internacionales entre clases. Pero esta “coincidencia” no es casual: es resultado del proceso dialéctico entre luchas proletarias masivas e intervenciones de las minorías proletarias en tales luchas masivas; del mutuo intercambio, influencia y permeabilidad entre ambos sectores de la clase hasta confundirse o diluirse el uno en el otro (para emplear una metáfora, cuando ambos ríos o cauces se encuentran entre sí). Todo esto, a su vez, como producto de las necesidades de la lucha de clase y no solo de voluntades, pues el antagonismo social –y sus resultados- es un proceso histórico-concreto, no ideal. El hecho es que en estos momentos –excepcionales pero decisivos- la conciencia de clase, así construida en el proceso real descrito, se vuelve un arma material o una fuerza revolucionaria real, abriendo la posibilidad de que el programa comunista se realice –o no- en la historia. Parafraseando a Marx, tal situación se da cuando se conjugan y potencian mutuamente “las armas de la crítica” con “la crítica de las armas” del proletariado.
- Rechazamos a la izquierda del capitalismo, negamos los Frente Únicos o Populares, donde se produzca la unión con la burguesía o donde se trate de unir nuestro programa con sectores que tienen propiedad privada. Nuestra lucha no puede ser desviada a expulsar a algún presidente, a reformar el gobierno o a buscar el rechazo a “empresas extranjeras”.
Si no es ese, entonces, aquí faltaría dejar en claro cuál es el objetivo de nuestra lucha. Y ese objetivo no es otro más que la abolición del capital y la sociedad de clases, lo que exige abolir o destruir a todos sus mediadores o “caporales” como son el Estado, los partidos, los sindicatos, los frentes, las ongs, las iglesias, etc.
Con respecto al frentismo, no se olvide que su base social material es el policlasismo, el cual está subyace en las concepciones socialdemócratas y sociologescas (tipo cci) de nuestra clase que ya criticamos arriba. Por eso la concepción comunista del proletariado conducirá inevitablemente al antifrentismo y al antipopulismo, que también significa antidemocratismo (debería decir antidemocretinismo).
Faltaría además definir y denunciar a la izquierda del capital como partido histórico burgués para desviar y encasillar las demandas del proletariado dentro de los marcos del capital y el Estado, etc.; así como hacer un breve “listado” de esta fauna: marxismo-leninismo, estalinismo, trotskismo, maoísmo, guevarismo, socialismo del siglo xxi, algunas corrientes del anarquismo, ccismo, etc., etc.. Sin embargo, no solo habría que criticar a la izquierda del capital, sino a toda izquierda (así como a toda derecha), ya que se trata de criticar al sustrato mismo de la dicotomía izquierda/derecha, que no es otro que la democracia y que la política.
En este punto, entonces, habría que realizar más bien la crítica comunista de la democracia (régimen político consustancial a la mercancía, la explotación, la atomización, la competencia, la representación o alienación, incluyendo la llamada “democracia obrera”, “democracia directa”, etc.…) y de la política (ya criticada al principio de estos comentarios), para aterrizar en conclusiones tales como: que izquierda y derecha no son contrarias sino complementarias (pues compiten y se alternan dentro del Estado, del régimen democrático); que el comunismo no es de izquierda (porque, lógicamente, no existe “comunismo de centro” ni “de derecha”!); que el comunismo no solo quiere combatir y destruir a las derechas -del capital- sino también a las izquierdas (pues el reformismo es contrarrevolución); y, lógicamente, que el comunismo es anti-político y anti-democrático. Esto último, por cierto, reforzaría aquello de que no se trata de expulsar transnacionales, redistribuir la riqueza ni de cambiar presidentes, reformar el estado o democratizar el poder.
Todas estas constataciones, a su vez, son parte de la autonomía proletaria como principio de la revolución comunista. Una consigna básica de la autonomía proletaria es “¡Ni sindicato ni partido!”. Habría que aumentarle, entonces: “¡Ni frente ni ong!”, etc.
- Asumimos que el debate interno y entre los grupos revolucionarios del movimiento comunista internacional es el único medio posible para el esclarecimiento en las posiciones políticas y programáticas que debemos defender y aplicar en el camino hacia el comunismo.
No serían “posiciones políticas”, sino solo programáticas, ya dijimos por qué.
Y la “cultura del debate” efectivamente es un medio o un arma para el esclarecimiento programático y para la lucha de clase, pero no es “el único medio”. La escuela de la lucha práctica, de la experiencia vital, es el otro gran medio. O sea, la misma lucha de clase, considerando la no separación entre ser y conciencia o entre práctica y teoría. En otras palabras, las dos armas principales serían la lucha práctica de clase y el debate teórico.
La interrelación entre ambas sería más o menos la siguiente: la lucha proletaria práctica genera debate teórico revolucionario a fin de contribuir a esclarecer y radicalizar tal lucha práctica. Sin esta lucha no hay piso para el debate. Pero, al mismo tiempo, cuando esta lucha existe, el debate y la clarificación teóricos se vuelven necesidades concretas de tal lucha concreta. En este sentido, las minorías son los “órganos de autoclarificación” de la clase (Pannekoek), autoclarificación basada en el desborde y la ruptura proletarios de carácter tanto programático como práctico –e incluso violento- en el seno de la lucha y de la misma clase (ver más abajo sobre la lucha comunista al interior de los consejos obreros).
Esto, claro está, ocurre o deviene históricamente. Entonces, podría decirse –sintetizando mucho- que la discusión y clarificación programáticas son necesidades concretas de las luchas reales de la clase en tanto sirven como balance o conjunto de lecciones históricas de las mismas a ser convertidas en acciones o intervenciones revolucionarias en las luchas reales presentes y futuras. (Además, así se mantienen vivas la memoria y el “hilo rojo” del proletariado histórico).
Por su parte, la dinámica interna de la discusión-clarificación programática no solo se da por lo que produce el debate colectivo entre revolucionarios, esto es, “mejores” ideas y “mejores” argumentos ya que explican de mejor manera la realidad y la naturaleza de la lucha revolucionaria de nuestra clase, reemplazando a ideas y argumentos anteriores. Sino que, materialistamente hablando, esto se da por la vía de la experiencia vivencial revolucionaria, de vivir y comprender la lucha, o al menos de observar, analizar, hacer el balance de tal experiencia. Es decir, más que las ideas o las teorías, son la agudización de las contradicciones sociales, el desborde proletario en los conflictos de clase y principalmente los hechos históricos revolucionarios los que, debidamente filtrados por el debate teórico revolucionario, producen mayores niveles de claridad programática no solo para las minorías sino para el proletariado en general. La mejor “escuela” de una revolución es la revolución misma.
Ejemplos históricos: Marx necesitó que ocurra la Comuna de París para plantear definitivamente y sin tapujos la demolición o destrucción del Estado como principio programático e invariante del proletariado. En Bakunin tuvo el mismo efecto, por cierto. Años más tarde, la lucha proletaria internacional por la reducción de la jornada de trabajo (cuya máxima expresión se dio aquel histórico 1° de mayo), en realidad tenía por contenido la lucha contra la explotación capitalista, contra la esclavitud asalariada, en fin, se trataba –como hoy- de la lucha proletaria contra el trabajo. Y algunas minorías revolucionarias –tanto marxistas como anarquistas- también lo dejaron claro. Ya en el siglo XX, tuvieron que ocurrir tanto las oleadas revolucionarias internacionales de 1917-1923 y de 1968-1977 así como el “socialismo histórico o real” y los “gobiernos de liberación nacional” para que, gracias a la labor a contracorriente de minorías comunistas y anarquistas históricas, ahora comprendamos la necesidad de criticar y abolir radicalmente el trabajo, la mercancía, el Estado, las clases, la economía, la política, la democracia, el espectáculo, la ideología, las patrias, etc., así como la necesidad de criticar y abolir radicalmente a las izquierdas del capital, al reformismo, al parlamentarismo, al sindicalismo, al frentismo, al pacifismo, al guerrilerismo, al nacionalismo, al particularismo, etc.. Hoy en día, ya en el siglo XXI, la actual eclosión de minorías que producen análisis, comunicados, panfletos, volantes (y ¿por qué no?, también bombazos) de carácter proletario, comunista e internacionalista en varios países y casi de manera simultánea, es un síntoma de la reemergencia internacional del proletariado en el contexto de crisis capitalista mundial actual; es decir, que esta reemergencia proletaria histórica, real e internacional (en formas masivas como protestas, enfrentamientos, asambleas, tomas de lugares, etc..), es la que produce reapropiación, discusión, clarificación y difusión programática por parte de minorías revolucionarias, lo que a su vez se constituye en parte y aporte para dicha reemergencia...
En síntesis, como bien dice Debord: todas “estas formas históricas aparecidas en la lucha son justamente el medio práctico que faltaba a la teoría para ser verdadera. Son una exigencia de la teoría, pero que no había sido formulada teóricamente. El soviet no fue un descubrimiento de la teoría. Y la más alta verdad teórica de la Asociación Internacional de los Trabajadores era su propia existencia en la práctica.” Proceso histórico en donde las organizaciones revolucionarias –o minorías comunistas y anarquistas- realizan la “crítica unitaria” o total y radical del mundo, tanto práctica como teóricamente, o no son.
Cabe decir finalmente que este proceso no es individual sino colectivo e impersonal, no es de egos intelectuales sino de clase, no es académico sino militante (si es público o no, eso depende también de cuestiones de confianza y seguridad). El aporte a este proceso de tales o cuales grupos, o de tales o cuales individualidades inclusive, no importa ni debe importar como tal –si lo escribió, lo dijo o lo hizo fulano o mengano y de tal o cual forma-, sino solamente si constituye –o no- una expresión orgánica y una contribución militante de nuestra clase para nuestra clase en su camino de constitución dialéctica y conflictiva como sujeto revolucionario, como Partido histórico, en medio de la actual crisis catastrófica del capital.
- Comprendemos que los sindicatos son órganos absorbidos por las relaciones capitalistas, y que se encuentran dentro de la política legal estatal. Por tal motivo no creemos que haya buenos o malos sindicatos, sino que los sindicatos sirven para controlar las luchas proletarias dentro de los campos de la legalidad burguesa.
De acuerdo, pero esto hay que puntualizarlo.
En primer lugar, los sindicatos no solo son “absorbidos”, sino que ahora son producidos y reproducidos por la dialéctica interna del capital. Históricamente fueron órganos “económicos” de lucha de los trabajadores y, como tales -es cierto- fueron “absorbidos” y funcionalizados. Posteriormente, pasaron a ser netamente órganos del Estado burgués. Pero esto no ha pasado por la falta de radicalidad de los sindicatos ni “por culpa” del Estado ni mucho menos por la “fase decadente” del capitalismo histórico. No. Ha pasado por la naturaleza o contenido mismo de la forma-sindicato: organización gremial de la clase trabajadora en tanto clase en sí, fuerza de trabajo o capital variable, es decir para negociar su explotación con el capital (los sindicatos siempre se sientan en la misma mesa a negociar migajas con la patronal y el Estado), y para frenar la lucha proletaria autónoma y combativa, incluso para delatarla y reprimirla.
Los sindicatos son parte de la lucha de clases dentro del y para el capital. Solo buscan reformas, no la revolución. Por eso son fácilmente “absorbibles” y, sobre todo, producibles por el capital, en tanto que han servido para desviar, vaciar y cooptar las demandas proletarias dentro de la lógica y la institucionalidad burguesas, o simple y crudamente para confundir, dividir y reprimir a nuestra clase. Por eso históricamente los sindicatos son los “caporales”, gendarmes o perros de izquierda del Estado (y la democracia)… Los sindicatos son aparatos de la contrarrevolución.
Pero esto (ojo), no solo pasa con los sindicatos: lo mismo se puede decir de toda forma organizativa cuyo contenido no supere lo parcial y lo superficial, lo particularista y lo reformista. Y con toda forma organizativa que no supere el formalismo (darle más importancia a la forma que al contenido).
En segundo lugar, por tanto, el problema no solo es la legalidad. Las leyes solo son la superestructura o el techo jurídico de las relaciones sociales capitalistas, es decir, son otro instrumento represivo del capital. Pero el Estado también lucra y reprime ilegalmente a través de su alter-ego llamado “crimen organizado”, que no es más que el conjunto de otras fracciones-mafias del mismo Estado (al igual que los sindicatos).
Es obvio entonces que la revolución proletaria será “ilegal” en este sentido: se saltará y destruirá todas las leyes, toda constitución (y constituyente), todo el derecho (y toda leguleyada), toda mafia legal o ilegal, toda esta superestructura (a la par de la estructura o base material).
Aún así, el problema no es la legalidad (como no lo es solamente cualquier otra superestructura): el “sindicalismo revolucionario” y violento a la Sorel era ilegal pero no dejaba de ser reformista, precisamente por no dejar de ser sindicato (a lo sumo llegaba al autogestionismo, igual que el consejismo).
El problema, pues, no es la forma organizativa o la vía –legal o no- que tome la lucha proletaria, sino el contenido programático y real de tales formas, vías, métodos, etc. Son los contenidos reales de la lucha y de la revolución los que determinarán las formas de las mismas, por lo tanto, los contenidos revolucionarios siempre son fundamentales o principales con respecto a las formas revolucionarias.
De allí que el problema principal sea que al tener un contenido todavía burgués, todavía reformista o todavía contrarrevolucionario –en este caso, es lo mismo-, estas formas organizativas no son órganos de la revolución, sino de la contrarrevolución. Por lo tanto, no solo hay que denunciar a los sindicatos, sino que hay que combatirlos, atacarlos y destruirlos por completo. El movimiento comunista es, pues, antisindical o no es.
La siguiente tesis programática del GCI expresa de mejor manera lo arriba dicho:
“El objetivo del Estado burgués, del Estado democrático es el de mantener al proletariado desorganizado, negado como clase, o mejor aún, encuadrado y movilizado al servicio de la burguesía. Lo que hay de esencial en todos los mecanismos democráticos es la destrucción de la unidad orgánica del proletariado y de sus intereses y su "organización" en intereses parciales, correspondientes al individuo, al ciudadano (homus economicus) comprador y vendedor de mercancías. Los sindicatos son órganos vitales del Estado burgués para desempeñar tal función. En efecto, ellos representan el "mundo del trabajo" al interior del capital, es decir al proletariado liquidado como clase, sectorializado, negociando, como cualquier otro individuo de la sociedad mercantil, el precio de venta de su mercancía (fuerza de trabajo), que asegure a su vez una "razonable" tasa de ganancia y que garantice la paz social. Frente a ese tipo de órganos el proletariado lucha por organizarse fuera y contra los sindicatos que en tanto que obstáculos en la vía de la revolución comunista, deberán ser destruidos por completo. Por ello, todas las ideologías que preconizan la reforma de los sindicatos, la reconquista, el trabajo en su seno aunque se diga que es para su destrucción, siembran la confusión, mantienen anclados a proletarios, que sienten intuitivamente el papel reaccionario de los sindicatos, a esos órganos del Estado (lo que de paso los ayuda a mejorar la credibilidad), y sirven a la reacción. El hecho de que en muchos casos, en el origen de esas organizaciones encontremos a reales organizaciones obreras, no hace más que confirmar la capacidad de la burguesía para recuperar y utilizar para sus propios fines, las formas organizativas creadas por el proletariado.
La "cuestión sindical" no es una cuestión de denominación, sino de práctica social. El antagonismo real no es, como se ha pretendido, entre intereses económicos e intereses políticos, entre intereses inmediatos e intereses históricos, porque los sindicatos, en tanto que aparatos del Estado, ni siquiera defienden los intereses "económicos e inmediatos" de los obreros (que por otra parte son inseparables de la afirmación revolucionaria del proletariado, como ya lo dijimos); sino entre asociacionismo obrero, reconstitución de la unidad orgánica de lucha y de intereses del proletariado y el aparato del Estado democrático para la negociación mercantil y ello cualquiera sea la denominación que los unos y los otros adopten. Si bien, pues, la denominación "sindicato" hace mundial y únicamente referencia a esos aparatos del Estado y resulta bastante improbable que reales asociaciones clasistas se autodenominen con dicho nombre, otras denominaciones más radicales (consejos obreros, soviets,...) pueden también esconder aparatos del Estado contra los cuales el asociacionismo obrero se desarrollará también, y necesariamente afuera y en su contra.” - GCI, Tesis de Orientación Programática, 1979.
Precisamente lo que dice el segundo párrafo citado es la razón por la que colocamos este punto antes del punto que habla sobre los consejos obreros, a los cuales le aplicamos el mismo criterio programático que con respecto a los sindicatos: el criterio comunista que prioriza el contenido revolucionario sobre la forma o, mejor dicho, sobre el formalismo (que siempre es democrático, por cierto).
- Asumimos que el proletariado tiene que auto-organizarse de todas las formas posibles, ejerciendo su interés de abolir la propiedad privada, el capital, el Estado, etc. Estos medios históricos pueden ser los consejos obreros, los comités barriales, comités de fábrica, etc., como representantes reales del poder revolucionario del proletariado.
Este punto es clave por su contenido. ¿Autoorganizarse? Sí ¿Consejos obreros, comités, etc.? Sí. ¿Representantes? ¿La revolución tiene representantes? No ¿Para hacer la revolución es suficiente contar con estas formas organizativas que adopta la autonomía proletaria? No… Pero esto no deja de ser un debate sobre la forma; lo que falta es profundizar y dejar claro el contenido. ¿Cuál? Pues el “interés de abolir la propiedad privada, el capital, el Estado, etc.” y el “poder revolucionario del proletariado”. Esto es lo que hay profundizar y explicitar, con sus respectivas implicaciones. Y esto exige que vayamos por partes para luego sintetizar.
Hablar de representantes es hablar de políticos (especialistas de la política), por lo tanto, de separación, alienación y opresión políticas. Es hablar de fetichismo o espectáculo en tanto que cosificación o reificación de la decisión y acción propias (ningún representante es realmente real, solo ilusioriamente, solo espectacularmente). O, más vulgarmente hablando, hablar de representantes es caer en el delegacionismo, en el sentido de que al delegar poder pierdes poder o renuncias a él: o ejercemos poder sobre nuestras vidas, o lo ejercerán sobre nosotros. Aún así, este discurso sigue entrampado en la esfera del poder separado y por sobre la vida, o sea en la esfera de la política, que el comunismo critica en cuanto tal y quiere abolir. Uds. mismos dicen en una volante reciente que “a nosotros [lxs proletarixs] nadie nos representa”, lo que quiere decir que la revolución no tiene representantes porque no tiene separaciones ni especialistas (políticos) ni fetiches. La revolución no es representación, es acción. No es espectáculo. Es una realidad. Es inmanencia. Es movimiento real o práctico de autoemancipación total.
Y es, por tanto, movimiento autónomo. Y la autonomía proletaria no tiene representantes, pues si los tendría dejaría de ser tal, ya que la autonomía proletaria implica enfrentamiento directo contra el capital y sus lacayos partidarios, sindicales, etc., es decir sin intermediarios, sin mediaciones, sin representantes. Por lo tanto, la autonomía proletaria no solo que prescinde de representantes, sino que los ataca y los suprime revolucionariamente a todos ellos.
Pero la crítica más fuerte que hay que hacer a este punto es su formalismo implícito, es decir creer que una forma organizativa proletaria, consejista o sovietista, puede garantizar la existencia y el desarrollo de la revolución proletaria “per se”, cuando en realidad son los contenidos revolucionarios (sociales, prácticos, programáticos) los que determinan y moldean las formas organizativas y de lucha revolucionaria.
Digámoslo claro: la revolución social proletaria no es una cuestión de formas organizativas sino de contenido social real, es decir de prácticas, relaciones, subjetividades, sentidos revolucionarios; de negaciones y superaciones prácticas del capitalismo; de afirmaciones y desarrollos asimismo prácticos de los gérmenes de sociedad comunista latentes en este viejo mundo; de cómo el programa comunista y/o la revolución comunista de la vida cotidiana del mayor número de proletarios posible se está realizando –o no-; es decir, la revolución social es una cuestión de Ser, de vida, del comunismo como movimiento real o vivo que suprime y supera el orden actual de las cosas, y de esa manera construye la nueva y auténtica vida humana social.
Así pues, si bien es cierto que, históricamente, la revolución proletaria ha adoptado una forma preponderante y frecuentemente consejista de manifestarse (soviets, consejos obreros, cordones industriales, “shoras”, etc….), también es cierto que no pocas de estas formas han sido cooptadas por el Estado y hasta transmutadas en instrumentos de la contrarrevolución (claro ejemplo histórico: la bolchevización y sindicalización de los soviets en rusia…). Además, no han sido las únicas ni las más avanzadas formas organizativas y de lucha de nuestra clase, que además han llevado otros nombres o no los han tenido (han existido organizaciones proletarias revolucionarias para las huelgas salvajes, para las insurrecciones, las mismas minorías comunistas, etc.). Lo que queremos decir y dejar en claro es que si esto ha sido así, no se debe a que la forma estaba fallando, sino el contenido.
En este caso, lo realmente sustancial de los consejos obreros no era que eran simples formas proletarias de organización y lucha, sino si estaban siendo –o no- órganos del proletariado y de la revolución tanto en los hechos como en los principios programáticos; si estaban siendo –o no- la forma de la dictadura revolucionaria del proletariado o del “poder revolucionario del proletariado” (ver más abajo sobre la cuestión del poder).
El contenido de estas formas organizativas es esencialmente el programa revolucionario, por un lado, y la práctica social de clase, por otro lado. Es decir, lo esencial es cómo el proletariado está asumiendo y realizando en la práctica su programa histórico revolucionario –o no- y, por ende, cómo está cambiando la vida cotidiana del mayor número posible de proletarios... Y esto depende de la misma lucha de clases, del proletariado contra la burguesía, por tanto, del comunismo-movimiento contra el capitalismo, de la revolución contra la contrarrevolución.
Ahora bien, la lucha de clases no solo se da entre proletariado y burguesía, sino también al interior del mismo proletariado (entre sectores, capas, fracciones, tendencias, corrientes, etc..) y, por ende, en el seno de sus formas organizativas y de lucha como son los consejos obreros –y cualquier otra forma antes aparecida o que esté por aparecer. Digamos que éstos son como un “cascarón vacío” cuyo contenido (hegemónico, no total y ni siquiera mayoritario) lo va a llenar el resultado de la correlación o tensión entre las fuerzas revolucionarias y las fuerzas reformistas a su interior (la autoemancipación también consiste en “que el oprimido mate al opresor que lleva dentro”, y ese opresor que nuestra clase lleva dentro, en este caso, es el reformismo). Que un consejo obrero sea revolucionario o comunista depende, entonces, de si los proletarios comunistas luchamos en su seno programática, organizativa, práctica y hasta violentamente contra el reformismo para que así sea. Y esto ha sido y será siempre una cuestión de contenidos, no de formas.
Por eso el formalismo es el gran defecto del consejismo. Hoy, parafraseando –irónicamente- al consejista Rühle, podríamos decir que la revolución no es un asunto de partido, pero tampoco de consejo obrero, porque no es un asunto de formas organizativas, sino de contenido programático y práctico, de contenido social real, de praxis, de Ser (y en esto, pese a su politicismo y leninismo, Bordiga tenía razón).
Este formalismo también es criticable por su matrimonio con el gestionismo (la otra cara del politicismo), entendiendo por gestionismo la subideología socialdemócrata que cree que la revolución es una cuestión de gestionar de un modo “revolucionario” -el “modo de producción comunista”, la “economía comunista”, el “plan económico social”, el “régimen económico comunal”, la “democracia obrera, directa, de consejo”, etc., etc.- la economía, es decir gestionar “obrera y revolucionariamente” la dictadura del capital, de la explotación, de la ganancia, de la mercancía, del valor, del fetiche (¡!). El consejo obrero era la forma de tal (auto)gestión supuestamente revolucionaria, pero en realidad era autogestión de la explotación y la miseria asalariadas. Ahora sabemos que la revolución comunista no gestiona sino que destruye la economía al igual que al Estado (y su cotidianeidad o normalidad social), que quede bien claro. Esto último, como vemos, es una cuestión de contenidos programáticos e históricos de clase, no de formas organizativas nada más (las cuales, lamentablemente, algunos compañeros las proponen como fórmulas mágicas porque las conciben ahistóricamente). Razón por la cual remarcamos que lo fundamental de la organización proletaria y revolucionaria, y del asociacionismo proletario en cualesquiera de sus formas y momentos en general, es su contenido y no su forma; son su programa y su praxis revolucionarios.
Ahora bien, no cabe duda que la organización del proletariado es autoorganización o no es, porque, en tanto sujeto revolucionario, el proletariado es autónomo o no es. Solo él se puede y se debe liberar a sí mismo. Sin autonomía proletaria no hay revolución comunista; aquélla es la médula de ésta. En este sentido, los comunistas siempre debemos fomentar la autoorganización proletaria para la lucha contra el capital y el Estado o, hablando más propiamente, debemos bregar por reactivar y fortalecer el asociacionismo proletario (y la solidaridad, unidad, autonomía y combatividad de clase) a partir de los mismos conflictos concretos de clases, o también a partir de la cotidianeidad social y los “espacios naturales” de nuestra clase. A la corta o a la larga, este es un modo de contribuir a la autonomía proletaria y por ende a la revolución proletaria, en especial porque se está contribuyendo a la reconstitución del proletariado como fuerza social revolucionaria (y para esto, a su vez, las minorías proletarias radicales deben conformarnos, existir y resistir a contracorriente como tales en el seno de la clase).
Pero, por otro lado, nadie –a excepción de los consejistas o antileninistas puristas y abstractos- ha dicho que no haya autonomía proletaria sin programa (en este caso, el programa visto como una elevada condensación teórico-práctica de la conciencia de clase), ni sin dirección o vanguardia. El programa y la vanguardia, en este caso, son parte y expresión de la misma autonomía proletaria (ojo): conciencia de clase en tanto autoconciencia, y vanguardia o dirección revolucionaria en tanto autodirección. (Que quede claro que nuestra concepción orgánica y autónoma de estos aspectos nos diferencia y separa radicalmente del leninismo, pues éste separa y hasta contrapone lo uno de lo otro, cayendo así en el jacobinismo, vanguardismo, dirigismo, sustitucionismo, representacionismo, etc.).
En otras palabras, es la misma clase la que en su lucha se va dotando de estas decisivas armas que son el programa y la vanguardia; es en la misma lucha que va forjando su programa y su dirección históricos. En este sentido, las minorías comunistas no solo son los órganos de autoclarificación del proletariado, sino también sus órganos de autodirección. Es más, se podría decir que el programa y la vanguardia comunistas son la máxima expresión histórica de la autonomía y antagonismo proletarios, porque el “partido del proletariado”, el “partido del comunismo” o el “partido histórico” es independiente y beligerante o no es; es autónomo y antagónico con el capital y su Estado o no es.
Por tales razones, es que las minorías comunistas no solo deben alentar o fomentar la autoorganización proletaria y combatir al reformismo dentro de las asambleas, comités, consejos, etc., sino que también deben lograr darle dirección a estas estructuras autónomas de combate, pero en términos no simplemente de ser dirigentes sino de dar directrices, de dirigir u orientar el sentido de las acciones y las acciones mismas, de dirigirlas desde y hacia el comunismo, de dirigirlas como órganos de la revolución, y no permitir así que se conviertan en órganos de la reforma o la contrarrevolución.
Y esto no solo en tiempos revolucionarios de demandas o consignas “maximalistas” (término que presupone una falsa separación con las demandas “mínimas”, obviamente), sino en tiempos de luchas por reivindicaciones. ¿Por qué? Porque que una necesidad humana concreta se vuelva reivindicación (formulación proletaria y revolucionaria de la necesidad) o reforma (desviación capitalista y estatal de la necesidad) es una cuestión de correlación de fuerzas entre revolucionarios y reformistas en el seno de las luchas de clase concretas. Para los revolucionarios, el contenido de una reivindicación es una necesidad humana concreta y de clase (del proletariado), la identificación entre reivindicación y reforma es falsa, así como también es falsa la separación entre reivindicación y revolución. Éstas son inseparables históricamente (como lo son los intereses inmediatos de los intereses históricos, el “programa mínimo” del “programa máximo”, la lucha “económica” de la lucha “política”, etc), siempre y cuando los revolucionarios sepamos transformar las reivindicaciones en revolución. El contenido y la continuidad de la lucha proletaria como lucha revolucionaria están dadas en buena medida por la actividad militante y a contracorriente de intervención, clarificación, generalización, centralización y radicalización de las reivindicaciones proletarias por parte de las minorías comunistas, en el seno de las luchas y sus espacios, en especial en el seno de las organizaciones proletarias en contra del reformismo como fuerza enemiga que es.
La lucha programática, organizativa, práctica –y hasta violenta- contra el reformismo en el seno de organizaciones de clase o donde esté presente la clase, es una necesidad concreta, una forma de la lucha de clases revolucionaria y una tarea importante –y hasta decisiva- de las minorías comunistas. De nada sirven las asambleas y los consejos obreros si no hay minorías comunistas luchando en su seno porque se impongan directrices programáticas comunistas en su accionar o, dicho de otra forma, “porque el movimiento vaya asumiendo lo que lleva en su seno”, a larga o a la corta: el comunismo, siempre el comunismo.
Citamos a continuación algunos extractos de minorías actuales donde se expresa en cierto modo esta tesis:
“… El capitalismo no se reforma, se destruye. No hay caminos intermedios. Hay que ir al fondo, hay que ir a la abolición del capitalismo.
Hemos ocupado la calle a unos días de la fiesta parlamentaria, esa fiesta donde se elige quién será la jeta que ejecutará las directrices del mercado. Bien, es un primer paso. Pero no podemos quedarnos ahí. Se trata de dar continuidad al movimiento, de crear y consolidar estructuras y organizaciones para la pelea, para la discusión entre compañeros, para afrontar la represión que ya nos ha golpeado en Madrid y en Granada. Hay que ser conscientes que sin la transformación social, sin revolución social, todo seguirá igual. […]
Llamamos a la formación de estructuras para luchar, llamamos a que entremos en contacto, a que coordinemos el combate, a luchar en las asambleas que se están creando haciendo de ellas órganos para la pelea, para la conspiración, para la discusión de la lucha, no para mítines ciudadanos. Llamamos a organizarnos en todo el país para luchar contra la tiranía de la mercancía.” – Bloque “Que Se Vayan Todos”, volante mayo 2011
Esta cita es más clara (e incluso testimonial) aún:
“Un puñado de minorías revolucionarias diseminadas por todo el país estamos luchando contra el reformismo, contra la ideología ciudadana y demócrata que sobrevuela las protestas y trata de imponerse. Luchamos en cada asamblea, en cada concentración porque el movimiento vaya asumiendo lo que lleva en su seno, por lo que de verdad ha salido a la calle, por estar harto de este mundo de mierda. En estos días se están jugando papeles decisivos. El reformismo busca imponerse dominando el movimiento con sus consignas. Las minorías combativas estamos obligadas a plantar cara para evitar la transformación de todo esto en un movimiento ciudadano adherido al sistema. Hay que echar lo que nos queda para evitarlo. La carta abierta ya está siendo discutida y creando contradicciones en algunas asambleas. Impulsamos compañeros a difundir, a llevar la lucha de clases al interior de las asambleas pues aun no se han convertido en instrumentos del Estado.” – Amigos de Octubre, carta mayo 2011
Y, en menor medida, las siguientes dos citas:
“… ni actualmente ni a lo largo de la historia, los movimientos revolucionarios brotan de la nada o surgen solos, sino que son los propios revolucionarios, y los acontecimientos, los que con su esfuerzo y tesón a veces consiguen que los movimientos sociales dejen de ser el coto de partidos, aprovechados, etc…
… Que las asambleas… sean espacios en los que la gente debata sobre sus propios problemas, busque soluciones y decida cómo llevarlas a cabo por ellxs mismxs. Que se conviertan en puntos de encuentro, de comunicación y participación real. Pequeños (o grandes) núcleos solidarios de resistencia.
Está claro que una parte importante de este proceso es qué problemas y qué soluciones se van a tratar, qué contenido, por así decirlo, van a expresarse en dichas asambleas. Ese podría ser la otra tarea que podríamos marcarnos, intentar que los temas a tratar en las asambleas sean cuestiones de clase, de género, etc. que profundice, desde la práctica, en la crítica del Estado, el capital y el trabajo asalariado.” – Los anarquistas y el 15M (a pesar de los rezagos formalistas y hasta reformistas de este documento, y de que en él se siga manteniendo la falsa dicotomía ideológica marxismo/anarquismo…).
“Se puede constatar un auge de movilizaciones populares, el desarrollo de luchas parciales de variados sectores, que comienzan a asustar a la clase dirigente. Nuestra confianza en un cambio radical de este sistema está en el desarrollo integral de estas luchas. En la transformación y superación de estas movilizaciones en un movimiento clasista y revolucionario. En esta tarea creemos que debemos hoy abocarnos, en la construcción de herramientas teórico-prácticas en el seno de la clase, rescatando en este sentido el aporte de las luchas históricas del pueblo, aquí y en todo el mundo. Es en ese desarrollo revolucionario en el cual las relaciones sociales que conforman el sistema capitalista se debilitan y destruyen. Es en ese proceso en el que se construye el comunismo, la anarquía. Pero ello no dice que debamos dejar de lado las acciones solidarias con quienes son reprimidos hoy precisamente por formar parte de las respuestas radicales al capitalismo, ni tampoco hacia quienes diariamente padecen las consecuencias del trabajo alienante. Al contrario; necesariamente el proceso de conformación de la clase en sujeto revolucionario conciente comprende estas acciones. Contra la represión directa hacia hermanos de clase, debemos manifestar nuestra más clara solidaridad revolucionaria, entendida esta dentro de la acción integral que dará paso a la construcción comunista revolucionaria, al enfrentamiento directo contra el capital/estado y sus servidores.” – RAP/MASA, volante agosto 2010 (a pesar de sus rezagos sociologescos-socialdemócratas y populistas de “pueblo” y “luchas populares” todavía…)
En todas estas expresiones teórico-agitativas o propagandísticas de nuestra clase, queda claro que la lucha proletaria revolucionaria no es una cuestión de forma organizativa, sino de contenido social real, lo que significa: programa y praxis revolucionarios; principios y prácticas reales que estén presentes y/o estén dirigiendo el movimiento proletario en una dirección antagonista y comunista; relaciones y subjetividades revolucionarias que se estén construyendo al calor de la lucha (p. ej. la desobediencia social, romper la rutina, la solidaridad de clase, la autoorganización, la conciencia de clase, la acción directa, la “modificación conciente [y revolucionaria] de la vida cotidiana”, etc.); tensión (práctica y teóricamente, relacional e individualmente) contra el capital y a favor del comunismo, para imponer nuestras necesidades y deseos humanos reales… En fin, al hablar de contenido social real revolucionario estamos hablando de cómo el programa comunista es asumido y puesto en práctica social e históricamente por el proletariado –o no- (a lo cual unos le llaman “comunización”, otros “prefiguración”, lo cual ya es otro debate pendiente).
Donde más se demuestra –o se puede verificar- esto es en los llamados órganos del proletariado o formas de organización proletarias, tales como las asambleas, “consejos obreros”, comités, etc.. ¿Por qué? Porque allí está terriblemente presente, metiendo cizaña y hasta con cierta hegemonía, no solo los policías infiltrados, sino los partidos y sindicatos de izquierda (“policías de rojo”), las izquierdas del capital en pleno, la contrarrevolución reformista. Es decir, ya que allí se parapeta o camufla nuestro enemigo, allí hay que combatirlo y desterrarlo o sepultarlo. ¿No se supone que los “consejos obreros” son revolucionarios o no son? ¿O acaso queremos “consejos obreros” reformistas y contrarrevolucionarios? Obviamente y mil veces no! Por eso siempre hay que desnudar y desatar los contenidos programáticos de clase con respecto de las formas organizativas, concentrarnos en ellos, partir de allí y llegar allí. La lucha por el contenido clasista y revolucionario, por sobre todo, compañeros. Contenido que es el antagonismo entre proletariado y burguesía, entre comunismo y capitalismo, entre revolución y reformismo (o contrarrevolución, da lo mismo). Insistimos: hay que luchar revolucionariamente en el seno de nuestra propia clase, de sus organizaciones y conflictos, en torno a los contenidos de la lucha, no solo por los métodos o las formas.
Y en efecto, la actividad comunista a contracorriente que privilegia o prioriza el contenido sobre la forma expresado en principios y en hechos o acciones revolucionarias, sabrá desbordar y hasta romper con tales espacios o formas organizativas en caso de que hayan sido ganados o “recuperados” por la contrarrevolución reformista y burocrática, por el Estado-Capital. Habrá que autoorganizarse y luchar también por fuera y en contra de ellas, si es necesario, si es que se convierten en obstáculos o hasta en enemigos para la lucha proletaria revolucionaria (lo que, dicho sea de paso, podría ser una de las tendencias a seguir por los proletarios revolucionarios frente al policlasismo, ciudadanismo, democratismo, frentismo, en fin, frente a la fuerza del reformismo presente en las asambleas y manifestaciones actuales en españa…). Así que no hay que fetichizar las formas de la lucha y la revolución (nuevamente, hay que “dejar que los muertos entierren a los muertos”). Hay que fijarse siempre y ante todo luchar por sus contenidos programáticos, que no solo son teóricos o de principios, sino histórico-prácticos, de clase. Repetimos: la lucha por el contenido, por sobre todo. Y este contenido no es otro más que la perspectiva, la tendencia o el germen comunista presente en las luchas proletarias contra el capital. A esta lucha –no se olvide- hay que desarrollarla no solo en el seno de la lucha de clases contra la burguesía y el Estado, sino también en el seno de nuestra propia clase, de sus organizaciones (asambleas, consejos, comités…) y conflictos (reivindicativos o no), contra las izquierdas del capital o la contrarrevolución reformista. Los comunistas debemos luchar para que nuestra clase rompa con el reformismo.
De allí esta acertada e invariante línea de acción comunista de los compañeros Amigos de Octubre con respecto a las protestas y asambleas actuales en españa: “estamos luchando contra el reformismo, contra la ideología ciudadana y demócrata que sobrevuela las protestas y trata de imponerse… Impulsamos a… llevar la lucha de clases al interior de las asambleas pues aun no se han convertido en instrumentos del Estado” (carta citada); o, en otras palabras, hay que mantener “el impulso porque las minorías revolucionarias asumamos la lucha por la ruptura revolucionaria en las protestas que se están produciendo” (carta reciente). Más acertada y lúcida aún es la visión de los compañeros “Proletarios Internacionalistas” (en españa también), cuando hablan de que en estas asambleas ya existe una
“puja… entre dirección proletaria y dirección burguesa, entre transformación de esas estructuras en partes del Estado o su consolidación como estructuras de combate para las necesidades proletarias, puja oscurecida por las ideologías y la formulaciones bajo las que éstas se materializan. […]
Esta lucha de contraposición de intereses y necesidades que se despliega en las asambleas y comisiones, y que aparece a veces entremezclada, refleja la lucha burguesía-proletariado, economía-humanidad, la lucha por transformar las organizaciones que se están desarrollando en órganos burgueses para la reforma o en órganos proletarios de combate.
Nuestro sitio en todo esto está, en tanto que revolucionarios, en pelear con todas nuestras fuerzas y posibilidades por la recomposición de las estructuras de clase. Está en juego que empiece a cambiar la correlación de clases, que regrese con fuerza el asociacionismo proletario de antaño. […]
En pocos días las protestas comenzarán a definirse: o canalización burguesa o ruptura proletaria. Nuestra tarea es luchar por que la segunda se abra paso contra la primera. […]
¡¡Asumamos la lucha por la ruptura revolucionaria!!” - Las protestas del “15M” y las minorías revolucionarias (panfleto, mayo 2011).
¡Ahí está la clave!: la ruptura proletaria, revolucionaria, comunista con el reformismo, con las izquierdas del capital, con los “representantes” de nuestra clase. Esta es una necesidad real del movimiento revolucionario toda vez que el reformismo tiene presencia e influencia también en los órganos de lucha de nuestra clase. Por lo tanto, lo que le queda a las minorías comunistas, en tanto fracción más decidida y combativa del proletariado, no es otra cosa que agitar y estimular siempre el desborde y la ruptura proletarios tanto en los principios como en las acciones de los propios espacios o formas organizativas del proletariado, ya que si una organización no sirve para la revolución hay que romperla, destruirla. Lo esencial del asociacionismo proletario –ya lo dijimos- no es su forma sino su contenido revolucionario, su contenido de ruptura con todo el orden existente. El movimiento comunista es rupturista o no es.
Con tal ruptura comunista como principio y cómo método, valga decirlo, no se menoscaba o perjudica el proceso de reconstrucción o recomposición del proletariado como sujeto revolucionario, ni mucho menos se está “trabajando para el enemigo”, tal como rebuznan los socialdemócratas. ¡Todo lo contrario! Con la ruptura proletaria revolucionaria se está trabajando justamente en dirección de que nuestra clase se reconstruya o recomponga auténticamente como clase para sí, como sujeto negacional y subversivo de este mundo de mierda pero –a la vez- como el único capaz de crear el comunismo, como sujeto histórico revolucionario o como Partido comunista histórico. Para lo cual hay que “decantarlo” con las mismas luchas, con las rupturas, con los saltos. En otros términos, las rupturas y los saltos son los que permiten la auténtica reconstrucción y decantación del proletariado como “Partido histórico”. Sin rupturas y saltos no hay sujeto revolucionario. Sin rupturas y saltos no hay condiciones revolucionarias. Sin rupturas y saltos no hay revolución. El comunismo es rupturista o no es.
En fin, una de las tesis programáticas del GCI ya lo expresaba mejor que nosotros y, de paso, nos regala una necesaria y útil lección desde “el pasado” para las minorías del presente:
“La revolución no es pues un problema de forma organizativa, sino por el contrario de contenido social real, y en última instancia se tratará o bien de órganos de la lucha obrera contra el capital o bien de órganos del Estado burgués para destruir la fuerza revolucionaria y ello, cualquiera sea el nombre o la cobertura ideológica que esos aparatos adopten, a los efectos de asegurar mejor su función contrarrevolucionaria. Es evidente, sin embargo, que en el proceso real de asociacionismo creciente, el proletariado va desarrollando formas cada vez más globales que corresponden a su propio desarrollo como clase, así las formas gremiales y categoriales, son superadas pasándose a la organización por lugares de trabajo y por ramas de la producción y estas son a su vez superadas por organizaciones territoriales en donde participa y se centraliza todo el proletariado (ocupados y desocupados, niños y viejos) lo que es un trampolín decisivo para dotarse de formas internacionales que luchen contra las naciones respectivas con que la burguesía divide a sus enemigos. Dicho proceso, en el que se suceden diferentes formas de asociacionismo obrero correspondientes a diferentes niveles de enfrentamiento al capital y de conciencia, es evidente que no es un proceso lineal y gradual, sino que por el contrario se trata de un proceso pautado por saltos de calidad, por avances y retrocesos..., en donde la totalidad está determinada por esa relación de fuerzas entre proletariado y burguesía. Los consejos obreros, los soviets, los cordones industriales, el clasismo organizado a nivel de un país, etc. son formas que corresponden a ese proceso real, del desarrollo del proletariado, de superación de las divisiones impuestas por el capital sobretodo en la medida en que la lucha por categorías o por lugar de trabajo es superada (aunque aquellas puedan aún basarse en estas) y que corresponde a épocas de crisis política y social abierta en donde el proletariado ya no cree más en soluciones parciales o particulares; pero, ni siquiera en ese proceso serán esas formas mismas, como creen los consejistas, las que podrán garantizar los intereses del proletariado (ni cualquier otro tipo de garantías formales que los apologetas de la democracia obrera quieran establecer: asambleas soberanas, delegados elegibles y revocables en todo momento...). Incluso en ese proceso real de organización del proletariado en fuerza, todo dependerá de la práctica real de esos organismos y ésta de la dirección efectiva. Lo decisivo pasa a ser entonces la lucha de clases al interior mismo de tales asociaciones, en donde la contrarrevolución continuará presente y organizada, actuando para la transformación de tales asociaciones en órganos del Estado burgués, y contra ello la única garantía real es la acción decisiva de las fracciones de vanguardia del proletariado que no se someterán a ningún mecanismo democrático que la contrarrevolución intentará imponer en tales asociaciones. Los comunistas organizados se opondrán con todas sus fuerzas a toda ideología de disolución de esa verdadera dirección del proletariado en constitución en el conjunto de los obreros en lucha (o peor aún en el conjunto de obreros en tanto que categoría sociológica), bajo ningún pretexto aceptarán la disciplina de esos organismos de masas que contraríe cualquier elemento del programa histórico del proletariado, y llevarán una lucha por todos los medios a su alcance contra la tentativa de darle una dirección contrarrevolucionaria a esas asociaciones y por imponer una dirección revolucionaria al movimiento.” – GCI, Tesis de Orientación Programática, 1979.
(Todas estas Tesis las pueden encontrar para estudiarlas aquí: http://gci-icg.org/spanish/tesis_orientacion_programatica.htm)
La cita es lo suficientemente elocuente como para seguirla comentando.
Con respecto a la cuestión del poder –fundamental dentro del debate programático revolucionario-, hay que decir, de entrada, que el poder del proletariado solo es revolucionario si es social, antiestatal, autoabolicional e internacional.
Por otro parte, este poder no existe separado del proletariado; es inmanente o inherente a él; no es político, es social, humano, ontológico inclusive. Es la dictadura revolucionaria de su Ser. De nuestro Ser histórico y orgánico que es el comunismo.
“Tomar el poder” solo tiene sentido, entonces, si significa “tomar el poder” sobre la sociedad, sobre nuestras propias vidas, o si significa imponer nuestras necesidades y deseos humanos reales sobre la dictadura estatal del capital. Solo tiene sentido si significa autogobierno antiestatal –y antimercantil- y ejercicio social del poder o ejercicio del poder social, del poder de la vida sobre ella misma. Solo si tiene por fin y por medio abolir el Estado –todo tipo de Estado- y abolirse a sí mismo. De lo contrario, no, que quede claro.
En todo caso, en este aspecto preferimos la expresión “destrucción del poder” -en tanto poder de dominación- a la de “toma del poder” (además porque hay que evitar el fetichismo del poder, ya que el poder no es un objeto y por tanto no se toma, sino que es una multidimensional y compleja relación que se ejerce –y/o se resiste- por doquier y en todas direcciones, etc..). O, en su defecto, se puede decir que la dictadura proletaria es un “contrapoder” que destruye el poder burgués y, al mismo tiempo, se destruye a sí mismo.
También nos gustaría agregar que entendemos la llamada “dualidad de poderes” –propia de una situación históricamente revolucionaria- no como dualidad de Estados (el burgués vs. el supuestamente proletario), sino como el antagonismo entre el poder burgués-estatal contrarrevolucionario y el poder proletario revolucionario por ser social, antiestatal, autoabolicional e internacional. O, si se prefiere, el antagonismo de la vida, de la humanidad, contra el capital.
Sea como fuere, lo determinante aquí –como en todo- es el contenido programático e histórico-práctico de este “sui generis” poder revolucionario del proletariado, en este caso expresado formalmente en los consejos obreros. Por consiguiente, solo si los consejos obreros son las formas históricas de este contenido revolucionario, se puede decir que son revolucionarios. De lo contrario, no. Solo si son expresiones reales o encarnaciones del poder revolucionario del proletariado o, hablando más propiamente, solo si son órganos de la dictadura revolucionaria del proletariado, esto es, de la abolición de la propiedad privada, del trabajo asalariado, de las clases, del Estado, de las ideologías, de las patrias, del mercado mundial, etc., son revolucionarios. De lo contrario, no.
Dicho contenido, insistimos, depende en buena parte de la praxis a contracorriente pero de vanguardia de las minorías comunistas en su seno, de la deliberada y denodada lucha y ruptura comunistas contra el reformismo al interior de asambleas, consejos, comités obreros, etc. Y, sobre todo, depende de si la clase proletaria en general está asumiendo y realizando en la vida social y cotidiana real su programa comunista histórico. De hecho, si hay algún poder que nos interesa a los comunistas, solamente es el poder para destruir el capitalismo y para revolucionar comunistamente la vida.
No nos extendemos mucho en la fundamental problemática del poder aquí, porque creemos que ya lo hemos hecho implícitamente en el punto que tematizamos sobre la destrucción del Estado burgués y la necesidad de la dictadura revolucionaria del proletariado. Al buen entendedor, pocas palabras.
(Después de este principio, se debería “rematar” con el principio sobre la violencia revolucionaria. Y, al final, con la consigna).
¡Proletarios de todos los países, unámonos!
Más que de acuerdo con esta consigna histórica.
Aunque agregaríamos y reformularíamos un poco el final, así:
¡El proletariado no tiene patrias!
¡Proletarios de todos los países, unámonos!
¡Por la guerra de clases en todas partes!
¡A luchar contra el capitalismo y por la revolución comunista mundial!
O también:
¡Proletarios de todos los países, unámonos!
¡A luchar con todas nuestras fuerzas para la organización internacional del proletariado
en clase y por lo tanto en partido!
¡A desarrollar la lucha contra todos los tiranos y opresores, hasta que se asuma abiertamente
como lucha contra toda la tiranía y opresión del capitalismo mundial!
¡Guerra de clases mundial para la revolución comunista mundial!
***
Proletarios Salvajes (próxima y simplemente, “unos proletarios comunes y silvestres”)
quito-ecuador, mayo-julio 2011
8 comentarios:
Admirabre bafofia de Proletarios Salvajes, liderados por el Grupo comunista internacionalista, es increible, que para "proletarios salvajes, grupo comunista internacionalista," el unico enemigo para ellos sea la cci,han escrito una parabola, que ni el mas roncabalezca mente pueda, adquirir, solo una mente enferma y llena de odio, hacia la izquierda comunista, no tienen ninguna leguitimidad del proletariado ni de la clase obrera,me parece increible hasta que punto llega la miseria ideologica, "proletarios salvajes grupo comunista internacionalista" , es una admiración del buen articulo que han escrito,machacando a los revolucionarios que intentan unirse, por la lucha del comunismo.Vosotros solo sois el gran enemigo de las asambleas soberanas y la soladidaridad y unidad , como de los consejos obreros, que luchan verdaderamente por el comunismo mundial, Vosotros solo vais a por la destrución de una sociedad humana,que destruya todas las cadenas de la explotación capitalistas, en una palabra engañais a los proletarios, que intentan luchar , por la construción y unificación del Partido Comunista Mundial.Y la Revolución Proletaria Internacional
Evidentemente la "critica" anterior no se dirige hacia el texto. La caricatura ideologica de las izquierdas siempre intentan con sus practicas descalificativas, poco argumentadas y casi siempre mal intensionadas, rebajar las discusiones compañeras a simples insultaderas, tipicas de los que han distanciado la teoria-practica revolucionaria, a una competencia entre organizaciones POLITICAS.
Estimados compañeros es inmenso el articulo de Proletarios Salvajes, para responderles, que como se ve son unos simpatizantes de Grupo<>.
Les invito a leer, estos articulos que yo seia imposible escribir.
htt://es.internationalism.org/book/export/html/516. Como tambien
http://es.internationalism.org/book/export/html/1101. Como tambien.
http://es.internationalism.org/book/export/html/ 935.
Estos articulos reflejan como es el mundo de Proletarios Salvajes, Grupo<>. Escritos pr la Corriente Comunista Internacional.De la Izquierda Comunista.
Revolucionarios de todos los paises ¡unios!
Proletarios de todos los paises ¡unios!
Saludos fraternos a todos los Comunistas Internacionalistas.
Solamente tres cosas:
1) Recomendamos tomar en cuenta la segunda y definitiva versión (corregida y aumentada) de este texto, no la primera, gracias. A esta versión mejorada, por cierto, ya la pusimos a circular internacionalmente vía correo electrónico.
2) Los comentarios anteriores no hacen más que confirmar que la socialdemocracia radical (cci) es visceral y cobardemente reaccionaria frente a la perspectiva proletaria radical, comunista-anarquista; que caen en lo que supuestamente critican o, dicho psicoanalíticamente, que se "proyectan"; que este tipo de insultillos, descalificaciones, mentiras, falacias, injurias y calumnias es, en conjunto, un método característico y típico del reformismo y la contrarrevolución; en fin, que la cci no forma parte del movimiento comunista histórico de nuestra clase, sino de la socialdemocracia histórica. No tenemos nada más que agregar. No tenemos tiempo ni interés en ponernos a polemizar con estos bajos y necios ladridos (pues ya lo hemos hecho en otras ocasiones y lugares).
3) Por dicha razón, una tarea comunista actual no solo es criticar despiadadamente y romper con las fuerzas oficiales del capital, sino también con su ala izquierda, por más radical o revolucionaria que ésta parezca; esto es, criticar despiadadamente y romper con la socialdemocracia, cuya versión histórica "radical" ha sido y es el bolchevismo, y cuyo último eslabón sofisticado y camuflado es el ccismo.
¡Teoría y acción comunistas contra el capitalismo y el reformismo!
Saludos comunistas e internacionalistas,
proletarios salvajes
Algo lamentable y y esto siempre esta presente en mecanismos mediaticos que la pequeñaburguesia maneja es la de apolitizar al proletariado como forma de no entender la contradicciones de clase que se dan sobre este plano, los compañeros de proletarios salvajes despues de un lindo disurso terminan por destrozar sus posiciones haciendo abstraccion de supuestos neutralidades entre politica y apolitica, ademas lo hacen citando a Marx, bueno lean ps Accion Politica de la clase obrera de Engels y dejen de mistificar el concepto de politica
Revolucionarios Internacionalistas, para proletarios sasvajes, grupo a fin del grupusculo"comunista internacionalista",su gran y principal enemigo no es la burguesia ni su sistema de explotación capitalista, el gran enemigo de proletarios salvajes,grupusculo de" comunista internacionalista," es la CCI organización de la Izquierda Comunista y delas demas organizaciones de la Izquierda Comunista, y su medio politico proletario, que han sacado las lecciones de la 3 Internacionles Comunistas.Es incleibleel articulo del grupusculo"comunista internacionalista" cuando dice"El eterno pacifismo euroracismo de la socialdemocracia (la CCI en su versión mexicana)" en Communisme nº 43,lo que hace el grupusculo "comunista internacionalista", es escupir al internacionalismo proletario. y desde luego ¿Para que sirve el Grupo comunista internacionalista?
Definitivamente, estos intelectuales pequeñoburgueses izquierdizados ni siquiera son capaces de debatir ni refutar tesis y argumentos; al parecer, no alcanzan a comprender lo que leen y supuestamente critican. Solo nos ladran o rebuznan patética y miserablemente sus prejuicios (aprendidos de memoria) y sus miedos "políticos". ¡Miseria del "medio revolucionario"!
Eso nos confirma, una vez más, que con los necios y con los reformistas-reaccionarios no se discute! Para qué perder tiempo y energía en ello!
Que quede claro, eso sí, que los comunistas-anarquistas somos enemigos del sistema capitalista en bloque, lo que incluye a las izquierdas y extremas izquierdas del capital, dentro de las cuales se encuentra -entre otras- la cci, puesto que no logra hacer una crítica y una ruptura radicales con los fundamentos del capitalismo y, por ende, con la socialdemocracia.
Por lo tanto, y sobre todo, que quede claro que este antagonismo no es una pusilánime cuestión de grupos, siglas, nombres, egos, etc. (lo cual no puede ver la cci debido precisamente a su ego), sino una cuestión de clase, de programa y de integridad!
Además, nosotros no somos un grupúsculo del GCI (fantasma vivo que hace que la cci se orine en los pantalones), por más compañeros y afines que los consideremos, pues tenemos la capacidad de pensar y hacer con cabeza y mano propias; característica ésta de la autonomía proletaria y revolucionaria.
Sinceramente, no nos interesa ni nos afecta que estos socialdemócratas reaccionarios nos sigan ladrando; allá ellos y sus enfermos hígados y hocicos!
Lo que sí les recomendamos fraternal y seriamente a uds., compañeros del GEC, es que ya se decidan a romper con estas posiciones y sectores socialdemócratas, antiproletarios y antirrevolucionarios, que, por lo mismo, ¡no son compañeros!, y a los cuales solo cabe criticarlos despiadada y destructivamente (lo cual, por el momento, no es nuestra prioridad).
Recuerden que la socialdemocracia es la izquierda del capitalismo, por lo cual el comunismo también es enemigo de toda forma de socialdemocracia o de reformismo; así como también recuerden que el comunismo es rupturista o no es.
No tenemos nada más que agregar por este medio y en esta ocasión.
Saludos combativos e internacionalistas!
A todos los Proletarios, a los Revolucionarios Comunistas como a los compañeros Anaquistas Internacionalistas, les invito a entrar en la WEB CCI,dado que lo que tendria que escribir en comentarios es como una pulga, comparada con un elefante, para que saquen ustedes las coclusiones de lo que dice proletarios salvajes, sobre una organización revolucionaria de la Izquierda Comunista , como es la CCI. Si ustedes tienen curiosidad sobre la lucha que lleva esta organización por el Comunismo, dado que para proletarios salvajes, es una organización"socialdemocrata" reformista reacionaria". Como les digo para comparar lo que dice proletarios salvajes y lo que defiende la CCI, pueden entrar en la WEB, es.internationalism.org y compañeros si desean ponerse en contacto con ella este es su correo eletronico. espana@internationalism.org, les doy estas notas para que puedan ustedes mismo comparar lo que dice proletarios salvajes, y lo que defiende la CCI, no tengan miedo de ponerse en contacto con ella, desde luego no muerde, si no que desde el principio que entras en su WEB, descubres porque se declaran del Internacionalismo Proletario y de la Izquierda Comunista, comparen la forma de expresarse, y desarrolar la politica revolucionaria en polemicas y debates con las diferntes minorias Internacionalistas, y como en su Revista Internacional publican todo debate interno, sobre las lecciones que sacan, para que sus lectores se esclarescan, como igualmente informa en su Revista los congresos y que lecciones han sacado en dichos congresos, como expresión viva de la clase obrera, ellos no ocultan nada todas las lecciones, que sacan, es la expresión mas clara de lo que es una organización de la Izquierda Comunista.Podia contar cosas pero como les he dicho antes, en este pequeño espacio de comentarios no se puede escribir mucho.Por eso he puesto la WEB de la CCI, para que se han ustedes mismo la conozcan. Desde luego no les estoy diciendo hay va una WEB, y osteneis que meter en ella, no, no, cada uno es muy libre de "meterse las narices donde desee", perdonen la expresión.Ya se que proletarios salvajes me va a poner a parir como a la CCI, Y segun veo tambien proletarios salvajes aconsejan al GEC,de mandar a la puñeta a la CCI, porque segun ellos tienen que "romper con las posiciones y sectores socialdemocratas, antiproletarios y antirrevolucionarios" .proletarios salvajes ya esta dando ordenes con quien se a debatir y a quien destruir.He repatido varias veces lo de la WEB.Si tienes curuosidad en ver lo que es la CCI, pues no te reprimas y metete y aprenderas que diferencia hay entre proletarios salvajes y la CCI.
Revolucionarios de todos los paises ¡unios !
Proletarios de todos los paises ¡unios!
Revolucionarios Comunistas nos espera una gran lucha conjunta con nuestros hermanos de clase los Anarquistas Internacionalistas.
Saludos fraternos. ¡Adelante!
Publicar un comentario